El peligro de las diversiones
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de la justicia, conciben una alta opinión de su propia bondad y capa-
cidad, e inconscientemente se exaltan a sí mismos. El Señor permite
a los tales que anden solos y sigan su propio camino. Así les da
oportunidad de verse tal como son, y manifestar a otros su debilidad.
El procura enseñarles que el camino del Señor debe seguirse siempre
muy de cerca, que su Palabra ha de ser aceptada tal como se la lee, y
que los hombres no han de idear planes de acuerdo con su propio
juicio, sin tener en cuenta su consejo.
Nuestras escuelas han de ser como las de los profetas. En ellas
se han de estudiar fervorosamente las verdades de la Biblia. Si son
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presentadas debidamente al intelecto y los alumnos se espacian re-
flexivamente en ellas, estas verdades les darán un deseo por lo que
es infinitamente más elevado que las diversiones mundanales. A
medida que se acerquen a Dios, llegarán a participar de la naturaleza
divina, y las diversiones nacidas de la tierra se hundirán en la insig-
nificancia. Las mentes de los alumnos se encaminarán más arriba, y
contemplando el carácter de Jesús, se esforzarán por ser como él.
El empleo útil y el placer egoísta
En lugar de proveer diversiones que simplemente entretienen
deben hacerse arreglos para que haya ejercicios benéficos. Los alum-
nos son enviados a nuestras escuelas para que reciban una educación
que los habilite para salir como obreros de la causa de Dios. Satanás
quisiera inducirlos a creer que las diversiones son necesarias para
la salud física; pero el Señor ha declarado que para ellos la mejor
manera de obtener ejercicio físico es por medio del adiestramiento
manual, y permitiendo que el empleo útil reemplace el placer egoísta.
... El deseo de diversiones, si es complacido, no tarda en desarrollar
desagrado por el ejercicio útil y saludable del cuerpo y de la mente,
que podría hacer a los alumnos eficientes para ayudarse a sí mismos
y beneficiar a otros.
Dios les concede talentos a los hombres, no para que los sustrai-
gan de la actividad o los empleen en la complacencia propia, sino
para que los dediquen a beneficiar a otros. Dios les concede a los
hombres el don del tiempo con el propósito de que lo glorifiquen.
Cuando ese tiempo se dedica al placer egoísta, las horas así pasadas