Página 367 - La Educaci

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Carácter y obra de los maestros
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preparación de misioneros que salgan e impartan su conocimiento a
otros.
Tenemos todo don en cuanto a aptitudes y toda facilidad para
cumplir con los deberes que se nos han confiado; y debiéramos estar
agradecidos a Dios que por su misericordia tenemos dichas ventajas
y poseemos el conocimiento de su gracia, de la verdad presente y
del deber. ¿Estáis, entonces, como maestros tratando de conservar la
falsa educación que habéis recibido? ¿Estáis perdiendo las preciosas
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oportunidades que se os han concedido para imponeros mejor de
los planes y métodos de Dios? ¿Creéis la Palabra de Dios? ¿Estáis
volviéndoos cada día más capaces de comprender, de entregaros
al Señor y de que se os use en su servicio? ¿Sois misioneros para
hacer la voluntad de Dios? ¿Creéis a la Biblia y prestáis atención
a lo que dice? ¿Creéis que estamos viviendo en los últimos días
de la historia de esta tierra? ¿Y tenéis corazones capaces de sentir?
Tenemos una gran obra delante de nosotros; hemos de ser portadores
de la sagrada luz del mundo, que ha de iluminar a todas las naciones.
Somos cristianos; por tanto, ¿qué estamos haciendo?
Tomad, docentes, vuestro lugar como verdaderos educadores y
mediante palabras y expresiones de interés por las almas de vuestros
alumnos derramad en sus corazones la viva corriente del amor reden-
tor. Consultad con ellos antes de que sus mentes se preocupen con
su trabajo literario. Instadles a buscar a Cristo y su justicia. Hacedles
presente los cambios que seguramente se realizarán si el corazón
se da a Cristo. Fijad su atención en él; esto cerrará la puerta a las
locas aspiraciones que naturalmente se manifiestan, y preparará la
mente para la recepción de la verdad divina. Se ha de enseñar a los
jóvenes que el tiempo es oro y que corren peligro con pensar que
pueden sembrar excesos juveniles sin cosechar el dolor y la ruina. Se
les ha de enseñar a tener sobrias inclinaciones y a admirar lo bueno
en el carácter de otros. Se les ha de enseñar a poner la voluntad
en conformidad con la voluntad de Dios para que puedan cantar el
nuevo cántico y mezclarse con las armonías celestiales.
Desechad todas las manifestaciones de encumbramiento perso-
nal, porque esto no os puede servir de ayuda en vuestro trabajo;
y, ello no obstante, os ruego que estiméis altamente vuestro pro-
pio carácter, por cuanto comprados sois a un precio infinito. Sed
cuidadosos, dedicaos a la oración, sed serios. No penséis que os