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La Educación Cristiana
ha arrojado sobre la administración la constante sospecha de ma-
los cálculos, falta de economía y planes desacertados; ha sido muy
desalentador para los docentes e induce a exigir precios propor-
cionalmente bajos en otros colegios. Cualquiera que haya sido el
propósito al establecer la tarifa de la enseñanza en una suma menor
que el costo de mantenimiento, el hecho de que un colegio se haya
endeudado mucho constituye razón suficiente para reconsiderar los
planes y fijar los precios de modo que en lo futuro las cosas vayan
mejor. La cantidad cobrada por la enseñanza, pensión y residencia
debiera bastar para el pago de los sueldos del personal docente, para
surtir la mesa con abundancia de alimentos saludables y nutritivos,
para conservar el moblaje de las habitaciones, para conservar re-
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parado el edificio y hacer frente a otros gastos corrientes que sean
necesarios. Este es un asunto importante y no demanda un cálculo
estrecho sino una investigación consumada. Se necesita el consejo
del Señor. La escuela debiera tener ingresos suficientes no sólo para
pagar los gastos corrientes que son necesarios, sino también para
proporcionar a los alumnos durante el curso escolar algunas cosas
esenciales para su trabajo.
No se deben dejar acumular las deudas año tras año. La clase de
educación más alta que pueda darse es la consistente en evitar las
deudas tanto como se evitaría la enfermedad. Cuando pasa un año
tras otro y no hay señales de que la deuda disminuya, sino más bien
de que aumente, debe hacerse un alto. Digan los administradores:
“Nos negamos a dirigir el colegio por más tiempo a no ser que se
idee algún sistema seguro”. Será mejor, sí, mucho mejor, cerrar el
colegio hasta que los administradores aprendan la ciencia de hacerlo
marchar sobre bases de solvencia. Por causa de Cristo, como pueblo
escogido de Dios, dedicaos a la tarea de establecer un sólido sistema
financiero en nuestros colegios.
Siempre que sea necesario elevar las tarifas, sométase primera-
mente el asunto a los patrocinadores de la institución, mostrándoles
que los precios han sido fijados demasiado bajos y que, como re-
sultado, las deudas se acumulan y estorban la obra. El aumentar
debidamente los precios de la enseñanza disminuirá posiblemente la
asistencia; pero una gran asistencia no debiera causar tanto regocijo
como el estar libres de deuda.