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La administración de los colegios
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Enseñando la dependencia propia
Por precepto y ejemplo enseñad la abnegación, la economía,
la generosidad y la dependencia propia. Todo aquel que posea un
carácter firme estará capacitado para hacer frente a las dificultades
y pronto para seguir un “Así dice Jehová”. Los hombres no están
preparados para comprender su obligación para con Dios hasta no
haber aprendido en la escuela de Cristo a llevar su yugo de restricción
y obediencia. El sacrificio es el comienzo mismo de nuestra obra de
hacer progresar la verdad y de establecer instituciones. Es una parte
esencial de la educación. El sacrificio debe llegar a ser habitual en
toda la formación de nuestro carácter en esta vida si queremos tener
un edificio no hecho con manos, eterno, en los cielos.
Las ideas erróneas relativas al uso del dinero exponen a los jó-
venes a muchos peligros. No se les debe sostener y suministrarles
dinero como si hubiese una provisión inagotable de la cual pue-
den sacar para satisfacer cualquier necesidad imaginaria. Se ha de
considerar al dinero como un don que Dios nos ha confiado para
llevar a cabo su obra, para establecer su reino, y los jóvenes deben
aprender a poner freno a sus deseos. Enseñad que nadie corrompa
sus facultades por la complacencia y satisfacción propia. Aquellos
a quienes Dios ha dotado de aptitudes para obtener recursos tienen
para con él la obligación de emplear dichos recursos, mediante la
sabiduría que el Cielo les imparta, para la gloria de su nombre. Cada
centavo gastado en la propia complacencia o dado a determinados
amigos que lo gastarán para satisfacer el orgullo y el egoísmo, es
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sustraído a la tesorería de Dios. El dinero gastado en atavíos des-
tinados a realzar las apariencias debiera haberse usado para hacer
progresar la causa de Dios en lugares nuevos. ¡Oh, que Dios dé a
todos un verdadero concepto de lo que significa ser cristiano! Ello
significa ser semejante a Cristo, y Cristo no vivió para complacerse
a sí mismo.
Nuestras asociaciones dirigen su mirada a nuestros colegios en
busca de obreros educados y bien preparados, por lo que debieran
prestar a los colegios el auxilio más generoso e inteligente. Ha sido
dada clara luz en cuanto a que aquellos que ministran en nuestras
escuelas enseñando la Palabra de Dios, explicando las Escrituras,
educando a los alumnos en las cosas de Dios, deben ser sosteni-