La educación para servir
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que saldrán del colegio con motivos elevados y principios nobles,
preparados para llevar con éxito la luz en las tinieblas del mundo.
Se necesitan docentes pacientes y concienzudos para despertar
esperanza y aspiración en los jóvenes, para ayudarles a compren-
der las posibilidades que les aguardan. Se necesitan docentes que
preparen a sus alumnos para prestar servicio al Maestro; que an-
helen hacerlos progresar intelectual y espiritualmente. Tienen que
esforzarse por comprender la grandeza de su obra. Necesitan visión
ampliada; porque su obra, por su importancia, se compara con la
del ministro cristiano. Con fe perseverante han de asirse del Infinito,
diciendo como Jacob: “No te dejaré, si no me bendices”.
Génesis
32:26
.
Ofrezcamos a Dios lo mejor que tenemos
Los estudiantes han de ofrecer a Dios nada menos que lo mejor
que poseen. El esfuerzo mental se hará más fácil y satisfactorio cuan-
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do ellos se dediquen a la tarea de comprender las cosas profundas
de Dios. Cada cual debe decidir que no será un alumno de segunda
categoría, que no permitirá que otros piensen por él. Debe decir: “Lo
que otras mentes han adquirido en la ciencia y en la Palabra de Dios,
lo adquiriré por esfuerzo esmerado”. Debe movilizar las mejores
facultades de su mente, con un sentido de su responsabilidad para
con Dios, y hacer lo mejor que pueda para vencer las dificultades.
En cuanto sea posible, debe procurar la sociedad de los que pueden
ayudarle, que pueden discernir sus errores, y ponerle en guardia
contra la indolencia, la simulación y el trabajo superficial.
Siempre hay que recordar a los alumnos el verdadero motivo del
servicio. La preparación que reciben tiene que ayudarles a desarro-
llarse como hombres y mujeres útiles. Debe emplearse todo medio
que los haya de elevar y ennoblecer. Enséñeseles a emplear sus capa-
cidades en armonía con la voluntad de Dios, y recuérdeseles siempre
el valor de la influencia ejercida por una vida fiel y pura. Esto les
ayudará en su preparación para servir. Diariamente, crecerán más
fuertes, mejor preparados por la gracia de Cristo y el estudio de su
Palabra, para hacer esfuerzos agresivos contra el mal.
Ningún otro conocimiento es tan firme, tan consistente, tan abar-
cante como el obtenido del estudio de la Palabra de Dios. En ella