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La Educación Cristiana
pensar que hay que trepar al más alto eslabón del conocimiento en
cada ciencia. El tiempo es corto y debemos trabajar fervorosamente
por las almas. Si los alumnos quieren estudiar la Palabra de Dios
con diligencia y oración, hallarán el conocimiento que necesitan.
No es necesario que todos conozcan varios idiomas; pero sí que
todos tengan experiencia en las cosas de Dios. No digo que no debe
haber quienes estudien idiomas. Deben estudiarse los idiomas. Antes
de mucho habrá necesidad positiva de que muchos abandonen sus
hogares y vayan a trabajar entre pueblos de otras lenguas; y los que
tienen ciertos conocimientos de estos idiomas podrán comunicarse
con quienes no conocen la verdad.
El carácter de los docentes
El bienestar, la felicidad, la vida religiosa de las familias con
las cuales están relacionados los jóvenes, la prosperidad y la pie-
dad de la iglesia de la cual son miembros, dependen mayormente
de la educación religiosa que ellos reciban en nuestras escuelas y
colegios. Debido a que nuestras escuelas han sido establecidas con
un propósito tan alto y santo, los docentes deben ser hombres y
mujeres cuya vida haya sido purificada por la gracia de Cristo, que
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sean cultos y refinados en sus modales. Y deben tener un sentido
vívido de los peligros de este tiempo y de la obra que es necesario
hacer para preparar a un pueblo que ha de permanecer en pie en el
día de Dios. Deben siempre seguir una conducta que merezca el
respeto de sus alumnos. Los jóvenes tienen derecho a esperar que
un docente cristiano alcance una norma elevada, y pronunciarán un
juicio severo sobre el que no la cumpla.
Los docentes de nuestras escuelas y colegios necesitan manifes-
tar amor, tolerancia, sabiduría, como los manifestó Cristo. Vendrán
a los colegios estudiantes que no tienen un propósito definido, ni
principios fijos ni comprensión de lo que Dios requiere de ellos.
Se los ha de inducir a reconocer sus responsabilidades. Se les debe
enseñar a apreciar sus oportunidades, y llegarán a ser ejemplos de
laboriosidad, sobriedad y utilidad. Bajo la influencia de profesores
sabios, se puede inducir a los indolentes a despertarse y a los irrefle-
xivos a volverse serios. Por esfuerzo esmerado, los alumnos menos
promisorios pueden ser preparados y disciplinados de tal manera