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La Educación Cristiana
el huerto de Dios estuviste: toda piedra preciosa fué tu vestidura. ...
Tú, querubín grande, cubridor: y yo te puse; en el santo monte de
Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado. Perfecto
eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se
halló en ti maldad. ... Enaltecióse tu corazón a causa de tu hermosura,
corrompiste tu sabiduría a causa de tu resplandor: yo te arrojaré por
tierra: delante de los reyes te pondré para que miren en ti. ... Púsete
en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos
los que te conocieron de entre los pueblos, se maravillarán sobre ti:
en espanto serás, y para siempre dejarás de ser”.
Con semejante cabecilla—un ángel expulsado del cielo—estos
supuestos sabios de la tierra pueden inventar teorías fascinadoras
con las cuales entontecer la mente de los hombres. Pablo dijo a los
Gálatas: “¿Quién os fascinó, para no obedecer a la verdad?” Satanás
tiene una mente maestra y agentes escogidos por medio de quienes
obra para exaltar a los hombres y honrarlos por encima de Dios. Pero
Dios está revestido de poder; puede tomar a los que están muertos en
delitos y pecados y, por la operación del Espíritu que levantó a Jesús
de entre los muertos, transformar el carácter humano, devolviendo
al alma la perdida imagen de Dios. Los que creen en Jesús son trans-
formados de rebeldes contra la ley de Dios en siervos obedientes
y súbditos de su reino. Son engendrados de nuevo, regenerados,
santificados por medio de la verdad. El escéptico no admite este
poder, y niega toda evidencia hasta que pueda apreciarla con sus
facultades finitas. Se atreve hasta a poner de lado la ley de Dios y a
señalar el límite del poder de Jehová. Pero Dios ha dicho: “Destruiré
la sabiduría de los sabios, y desecharé la inteligencia de los enten-
didos. ¿Qué es del sabio? ¿qué del escriba? ¿qué del escudriñador
de este siglo? ¿no ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
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Porque por no haber el mundo conocido en la sabiduría de Dios a
Dios por sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura
de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos
buscan sabiduría: mas nosotros predicamos a Cristo crucificado, a
los judíos ciertamente tropezadero, y a los griegos locura; empero
a los llamados, así judíos como griegos, Cristo potencia de Dios, y
sabiduría de Dios”.—
The Youth’s Instructor, 7 de febrero de 1895
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Reproducido en
Fundamentals of Christian Education, 331-333
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