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La ciencia de la salvación: la principal de las ciencias
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salvación del hombre: la influencia divina y la fe poderosa y vital
de los que siguen a Cristo. Llegamos a ser colaboradores de Dios
mediante la santificación del Espíritu y la creencia en la verdad. El
Señor espera la cooperación de su iglesia. No se propone añadir un
nuevo elemento de eficiencia a su Palabra; ha hecho su gran obra con
dar su inspiración al mundo. La sangre de Jesús, el Espíritu Santo,
la Palabra divina, son nuestros. El objeto de toda esta provisión
del cielo está delante de nosotros: las almas por las cuales Cristo
murió; y está en nosotros el echar mano de las promesas que Dios
ha dado y llegar a ser colaboradores suyos; pues las agencias divinas
y humanas han de cooperar en esta obra.
La razón porque muchos profesos cristianos no tienen una ex-
periencia clara y bien definida es que no creen que es privilegio
suyo comprender lo que Dios ha dicho por medio de su Palabra.
Después de su resurrección, Jesús se unió a dos de sus discípulos
que se dirigían a Emaus. Pero ellos no reconocieron a su Señor y lo
creyeron un extranjero, aunque “comenzando desde Moisés, y de
todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él
decían. Y llegaron a la aldea a donde iban: y él hizo como que iba
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más lejos. Mas ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con
nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró pues
a estarse con ellos. Y aconteció, que estando sentado con ellos a la
mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles. Entonces fueron
abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de
los ojos de ellos. Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón
en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría
las Escrituras? ... Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen
las Escrituras”. Esta es la obra que podemos esperar que Cristo haga
con nosotros, porque lo que el Señor ha revelado es para nosotros y
nuestros hijos para siempre.
Jesús sabía que todo lo que se presentaba en desacuerdo con
lo que él había venido a revelar al mundo, era falso y engañoso,
y dijo: “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. Habiendo
estado en los consejos de Dios y morado en los collados eternos
del santuario, todos los elementos de la verdad estaban en él y eran
suyos, porque era uno con Dios. “De cierto, de cierto te digo, que
lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y
no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenas, y no