Un personaje ilustre
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su propio poder moral. La oración era para él una necesidad. Hizo
de Dios su fortaleza, y el temor del Señor estaba constantemente
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delante de él en todas las transacciones de la vida.
Daniel poseía la gracia de la genuina mansedumbre. Era leal,
firme y noble. Trató de vivir en paz con todos, y sin embargo era
imposible de torcer, como el glorioso cedro, dondequiera que hubiera
un principio envuelto. En todo lo que no ofreciera conflicto con su
lealtad a Dios, era respetuoso y obediente hacia aquellos que tenían
autoridad sobre él; pero poseía un concepto tan alto de las exigencias
divinas que los requerimientos de los gobernantes terrenales eran
colocados en un lugar subordinado. Ninguna consideración egoísta
lo inducía a desviarse de su deber.
El carácter de Daniel es presentado al mundo como un notable
ejemplo de lo que la gracia de Dios puede hacer por los hombres
caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. El relato que
tenemos de su vida noble y abnegada es un motivo de aliento para el
común de los hombres. De él podemos obtener fuerza para resistir
noble y firmemente la tentación, y con la gracia de la mansedumbre,
perseverar en todo lo recto, bajo la más severa prueba.
Amaba más la aprobación de Dios que la vida
Daniel podría haber encontrado una excusa plausible para apar-
tarse de sus hábitos estrictamente temperantes; pero la aprobación
de Dios era más cara para él que el favor del más poderoso potentado
terrenal, más cara aún que la vida misma. Habiendo obtenido, por su
conducta cortés, el favor de Melsar, el funcionario que estaba a cargo
de los jóvenes hebreos, Daniel solicitó para él y sus compañeros
la franquicia de no comer de la comida del rey, ni del vino de su
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beber. Melsar temía que si accedía a este pedido, incurriría en el
desagrado del rey, y así pondría en peligro su propia vida. Como
muchos en el día de hoy, pensaba que un régimen frugal haría que
estos jóvenes aparecieran pálidos y enfermizos, y fueran deficientes
en fuerza muscular, en tanto que el alimento abundante de la mesa
del rey los haría sonrosados y hermosos, y promovería la actividad
física y mental.
Daniel pidió que el asunto fuera decidido después de una prueba
de diez días: a los jóvenes hebreos, durante este breve período, se les