Página 35 - La Edificaci

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Tres héroes intrépidos
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Usando los tesoros obtenidos en la guerra, confeccionó una
imagen de oro para representar el coloso que había visto en su
sueño, erigiéndola en la llanura de Dura, y ordenando que todos
los gobernadores y el pueblo la adoraran, so pena de muerte. Esta
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estatua tenía unos treinta metros de altura y unos tres metros de
ancho, y a los ojos de aquel pueblo idólatra presentaba una apariencia
de lo más imponente y majestuosa. Se efectuó una proclamación
para llamar a todos los funcionarios del gobierno a reunirse para
la dedicación de la imagen, y al son de los instrumentos músicos,
a prosternarse y adorarla. Si alguno dejaba de hacerlo, debía ser
arrojado inmediatamente en medio de un horno de fuego ardiente.
No temieron la ira del rey
El día señalado había llegado, y la inmensa multitud se hallaba
reunida, cuando recibió el rey la noticia de que los tres hebreos a
quienes había puesto sobre la provincia de Babilonia habían rehu-
sado adorar la imagen. Estos son los tres compañeros de Daniel,
que habían sido llamados por el rey, Sadrach, Mesach y Abed-nego.
Lleno de ira, el monarca los llama a su presencia, y señalando el
horno flamígero, les dice cuál será el castigo para ellos si rehúsan
obediencia a su voluntad.
En vano fueron las amenazas del rey. No pudo desviar a estos
nobles hombres de su lealtad al gran Gobernante de las naciones.
Ellos habían aprendido a través de la historia de sus padres que la
desobediencia a Dios es deshonor, desastre y ruina; que el temor
del Señor es no solamente el comienzo de la sabiduría, sino el fun-
damento de toda verdadera prosperidad. Miran con calma el horno
ardiente y la turba idólatra. Ellos han confiado en Dios, y él no les
faltará ahora. Su respuesta es respetuosa, pero decidida: “Sepas,
oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la
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estatua que has levantado”.
Daniel 3:18
.
El orgulloso monarca se halla rodeado por sus grandes hombres,
los funcionarios del gobierno, y el ejército que ha conquistado na-
ciones; y todos se unen en aplaudirlo como si tuviera la sabiduría
y el poder de los dioses. En medio de este imponente despliegue
están de pie tres jóvenes hebreos, persistiendo con perseverancia en
su rechazo de obedecer el decreto del rey. Habían sido obedientes a