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La Edificación del Carácter
las leyes de Babilonia, en tanto que éstas no entraban en conflicto
con las exigencias de Dios; pero no se habían apartado un ápice del
deber hacia su Creador.
La ira del rey no conocía límites. En el propio pináculo de su
poder y gloria, el ser desafiado de esta manera por los representantes
de una raza despreciada y cautiva, era un insulto que su espíritu
orgulloso no podía soportar. El horno ardiente había sido calentado
siete veces más de lo acostumbrado, y en él fueron echados los
exiliados hebreos. Tan furiosas eran las llamas, que los hombres que
los echaron en el horno perecieron al ser quemados.
En la presencia del infinito
Repentinamente el rostro del rey palideció de terror. Sus ojos
estaban fijos en las llamas resplandecientes, y volviéndose a sus
jerarcas dijo: “¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?”
La respuesta fue: “Es verdad, oh rey”. Y ahora el monarca exclamó:
“He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del
fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a
hijo de los dioses”.
Daniel 3:24, 25
.
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Cuando Cristo se manifiesta a sí mismo a los hijos de los hom-
bres, un poder invisible habla a sus almas. Se sienten en la presencia
del Infinito. Ante su majestad, los reyes y los nobles tiemblan, y
reconocen que el Dios vivo está por encima de todo poder terrenal.
Con remordimiento y vergüenza, exclamó: “Siervos del Dios
Altísimo, salid y venid”.
Daniel 3:26
. Y ellos obedecieron, mostrán-
dose sin ningún daño ante la vasta multitud; ni siquiera el olor del
fuego salía de sus mantos. Este milagro produjo un cambio notable
en la mente del pueblo. La grande imagen de oro, erigida con tanta
ostentación, fue olvidada. El rey publicó un decreto según el cual to-
da persona que hablara contra el Dios de estos hombres sería muerta
“por cuanto no hay dios que pueda librar como éste”.
Daniel 3:29
.
Firme integridad en la vida santificada
Estos tres hebreos poseían una santificación genuina. El ver-
dadero principio cristiano no se detiene a pesar las consecuencias.
No pregunta: ¿Qué pensará la gente de mí si hago esto? ¿O cómo