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La Edificación del Carácter
nada a Dios o a hombre, excepto de Darío el rey, por espacio de
treinta días, y que toda violación de ese edicto fuera castigada echan-
do al ofensor en el foso de los leones. El rey no sabía nada del odio
de estos hombres hacia Daniel, y no sospechaba que el decreto lo
perjudicaría de alguna manera. Por medio de la adulación hicieron
que el monarca creyera que redundaría grandemente en su honor el
emitir un edicto semejante. Con una sonrisa de triunfo satánico en
sus rostros volvieron de la presencia del rey, y se regocijaron por la
trampa que le habían tendido al siervo de Dios.
Un ejemplo de valentía y fidelidad
El decreto es proclamado por el rey. Daniel se halla familiarizado
con el propósito de sus enemigos de arruinarlo. Pero él no cambia
su conducta en un solo aspecto. Con calma realiza sus deberes
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acostumbrados, y a la hora de la oración, va a su cámara, y con
las ventanas abiertas hacia Jerusalén, ofrece sus peticiones al Dios
del cielo. Mediante su comportamiento declara intrépidamente que
ningún poder terrenal tiene el derecho a interrumpir su relación
con Dios, y decirle a quién debía y a quién no debía orar. ¡Noble
hombre de principios! ¡Se yergue ante el mundo hoy como un loable
ejemplo de valentía y fidelidad cristianas! Se vuelve a Dios con
todo su corazón, aunque sabe que la muerte es la penalidad por su
devoción.
Sus adversarios lo vigilan un día entero. Tres veces se dirige a
su cámara; tres veces la voz de la intercesión fervorosa ha sido oída.
La próxima mañana se le presenta al rey la queja de que Daniel,
uno de los cautivos de Judá, ha desafiado su decreto. Cuando el
monarca oyó estas palabras, sus ojos fueron abiertos de inmediato
para ver la trampa que se había armado. Se disgustó grandemente
consigo mismo por haber firmado un decreto semejante, y trabajó
hasta la caída del sol para idear algún plan por el cual Daniel pudiera
ser librado. Pero los enemigos del profeta habían previsto esto, de
manera que vinieron delante del rey con estas palabras: “Sepas, oh
rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza
que el rey confirme puede ser abrogado”.
“Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en
el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien