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La Edificación del Carácter
Dios no ha cambiado
El carácter de Dios no ha cambiado. El es el mismo Dios ce-
loso como lo fue cuando dio su ley sobre el Sinaí, y la escribió
con su propio dedo sobre las tablas de piedra. Los que pisotean la
santa ley de Dios pueden decir: “Estoy santificado”; pero el estar
verdaderamente santificado y pretender santificación son dos cosas
diferentes.
El Nuevo Testamento no ha cambiado la Ley de Dios. El carácter
sagrado del sábado del cuarto mandamiento está tan firmemente es-
tablecido como el trono de Jehová: “Todo aquel que comete pecado,
infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y
sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado
en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca,
no le ha visto, ni le ha conocido”.
1 Juan 3:4-6
. Estamos autorizados
a tener la misma apreciación que la que tuvo el amado discípulo
hacia aquellos que pretenden permanecer en Cristo y ser santificados
mientras viven en la transgresión de la ley de Dios. El se encontró
con la misma clase de personas que nosotros. Dijo: “Hijitos, nadie os
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engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que práctica
el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio”.
1
Juan 3:7, 8
. Aquí el apóstol habla en términos claros al considerar el
tema.
Las epístolas de Juan están saturadas de un espíritu de amor.
Pero cuando él se enfrenta con esa clase de personas que quebrantan
la ley de Dios y sin embargo pretenden estar viviendo sin pecado,
no vacila en amonestarlas acerca de su terrible engaño. “Si decimos
que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y
no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en
luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su
Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no
hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros”.
1 Juan 1:6-10
.
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