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La Edificación del Carácter
el odio de aquellos que se oponían a la verdad. El emperador se
llenó de ira, y blasfemó del nombre de Dios y de Cristo. No podía
controvertir el razonamiento del apóstol, ni igualar el poder con que
exponía la verdad, y determinó silenciar a su fiel abogado.
El testigo de Dios no fue silenciado
Acá podemos ver cuán duro se vuelve el corazón cuando obsti-
nadamente se opone a los propósitos de Dios. Los adversarios de la
iglesia estaban determinados a mantener su orgullo y poder ante el
pueblo. Por decreto del emperador, Juan fue desterrado a la isla de
Patmos, condenado, como él nos dice, “por causa de la palabra de
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Dios y el testimonio de Jesucristo”.
Apocalipsis 1:9
.
Pero los enemigos de Cristo fracasaron completamente en su
propósito de silenciar al fiel testigo del Señor. Desde su lugar de
exilio resuena la voz del apóstol, alcanzando aun hasta el fin del
tiempo, para proclamar las más emocionantes verdades que alguna
vez fueron presentadas a los mortales.
Patmos, una isla desierta y rocosa del mar Egeo, había sido ele-
gida por el gobierno romano como un lugar de destierro para los
criminales. Pero para el siervo de Dios, esta tenebrosa residencia re-
sultó ser la puerta del cielo. El fue aislado de las bulliciosas escenas
de la vida y del trabajo activo como evangelista; pero no fue excluido
de la presencia de Dios. En su desolado hogar podía comulgar con
el Rey de reyes, y estudiar más estrechamente las manifestaciones
del poder divino en el libro de la naturaleza y en las páginas de la
inspiración. Se deleitaba en meditar en la gran obra de la creación, y
en glorificar el poder del Arquitecto divino. En los primeros años
sus ojos habían sido alegrados por el panorama de colinas cubiertas
de bosques, verdes valles, y llanuras fructíferas; y en todas las her-
mosuras de la naturaleza se había deleitado en descubrir la sabiduría
y el poder del Creador. Ahora se hallaba rodeado de escenas que
para muchos parecerían sombrías y carentes de interés. Pero para
Juan era de otra manera. El podía leer las más importantes lecciones
en las rocas agrestes y desoladas, los misterios del grande abismo,
y las glorias del firmamento. Para él, todo llevaba la impresión del
poder de Dios, y declaraba su gloria.
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