Página 65 - La Edificaci

Basic HTML Version

Un noble apóstol en el exilio
61
Cristo, y cae a tierra como herido de muerte. Jesús entonces coloca
su mano sobre el cuerpo postrado de su siervo, diciendo: “No temas;
yo soy ... el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por
los siglos de los siglos”.
Apocalipsis 1:17, 18
. Juan fue fortalecido
para vivir en la presencia de su glorificado Señor; y entonces se
presentaron delante de él en santa visión los propósitos de Dios
para las edades futuras. Los gloriosos atractivos del hogar celestial
le fueron manifestados. Se le permitió mirar el trono de Dios, y
[77]
contemplar la muchedumbre de redimidos vestidos de vestiduras
blancas. Escuchó la música de los ángeles celestiales, y los cánticos
de triunfo que elevaban aquellos que habían vencido por la sangre
del Cordero y por la palabra de su testimonio.
La humildad de Juan
Al discípulo amado le fueron concedidos privilegios que rara-
mente conocieron otros mortales. Y sin embargo se había asimilado
tan estrechamente con el carácter de Cristo, que el orgullo no en-
contró lugar en su corazón. Su humildad no consistía en una mera
profesión; era una gracia que lo cubría tan naturalmente como un
vestido. Siempre trataba de esconder sus propios actos justos, e im-
pedir cualquier cosa que pudiera atraer la atención a sí mismo. En
su Evangelio, Juan menciona al discípulo al cual Jesús amó, pero
esconde el hecho de que el discípulo así honrado era él mismo. Su
conducta era carente de egoísmo. En su vida cotidiana enseñaba y
practicaba la caridad en el sentido más pleno. Tenía un alto con-
cepto del amor que debe existir entre los hermanos naturales y los
hermanos cristianos. Presenta e insiste en la práctica de este amor
como una característica esencial de los seguidores de Jesús. Sin la
presencia de esta caridad, todas las pretensiones de llevar el nombre
de cristianos son vanas.
Juan era un maestro de la santidad práctica. Presenta reglas
inequívocas para la conducta de los cristianos. Deben ser puros de
corazón, correctos en sus maneras. En ningún caso deben estar satis-
fechos con una profesión vacía. Declara con términos inequívocos
[78]
que ser cristiano es ser semejante a Cristo.
La vida de Juan era una vida de esfuerzo ferviente para con-
formarse con la voluntad de Dios. El apóstol siguió a su Salvador