Página 74 - La Edificaci

Basic HTML Version

70
La Edificación del Carácter
Satanás puede susurrar: “Eres muy pecador para que Cristo te
salve”. Aun cuando reconozcáis que sois verdaderamente pecadores
e indignos, debéis hacer frente al tentador con el clamor: “En virtud
de la expiación, yo reclamo a Cristo como mi Salvador. No confío
en mis propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me
limpia. En esta circunstancia aferro mi alma impotente a Cristo”.
La vida cristiana debe ser una vida de fe viva y constante. Una
confianza que no se rinde, una firme dependencia de Cristo, traerá
paz y seguridad al alma.
Resistamos la tentación
No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro. Todo
obstáculo, todo adversario interno, solamente aumenta vuestra ne-
cesidad de Cristo. El vino para quitar el corazón de piedra y daros
un corazón de carne. Mirad a él para recibir gracia especial a fin de
vencer vuestras faltas peculiares. Cuando sois asaltados por la tenta-
[90]
ción, resistid con firmeza las malas insinuaciones; decid a vuestra
alma: “¿Cómo puedo yo deshonrar a mi Redentor? Me he entregado
a Cristo; no puedo hacer las obras de Satanás”. Clamad al queri-
do Salvador por ayuda para sacrificar todo ídolo, y para apartar de
vosotros todo pecado acariciado. Que el ojo de la fe vea a Jesús
intercediendo ante el trono del Padre, presentando sus manos heridas
mientras ruega por vosotros. Creed que el poder os viene por medio
de vuestro precioso Salvador.
Mirad con el ojo de la fe
Por la fe mirad las coronas preparadas para aquellos que venzan;
escuchad el canto alborozado de los redimidos: ¡Digno, digno es el
Cordero que ha sido inmolado y nos ha redimido para Dios! Tratad
de considerar estas escenas como reales. Esteban, el primer mártir
cristiano, en su terrible conflicto con los principados y potestades, y
las potencias espirituales, exclamó: “He aquí, veo los cielos abiertos,
y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios”.
Hechos 7:56
.
El Salvador del mundo le fue revelado como mirándolo desde el
cielo con el más profundo interés; y la luz gloriosa del rostro de