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La Educación
el corazón es débil y la tentación abruma; cuando los obstáculos
parecen invencibles, las metas de la vida imposibles de lograr, y sus
hermosas promesas como manzanas de Sodoma, ¿dónde se pueden
encontrar entonces un valor y una firmeza como los que ofrece la
lección que Dios nos ha invitado a aprender de las estrellas que
siguen su curso invariable?
“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quien creó estas cosas;
él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna
faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio. ¿Por
qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido
de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído
que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra?
No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay
quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas
al que no tiene ningunas”.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy
tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré
con la diestra de mi justicia”. “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien
te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo
La palmera, herida por el sol ardiente y las tormentas de arena,
se yergue verde, florecida y llena de fruto en medio del desierto.
Manantiales vivos alimentan sus raíces. Su corona de verdor se
divisa a la distancia, en medio de la llanura calcinada y desolada; y
el viajero, que se siente morir, apresura su paso vacilante para llegar
hasta la sombra fresca y el agua vivificante.
El árbol del desierto es un símbolo de lo que Dios quiere que
sea la vida de sus hijos en este mundo. Tienen que guiar a las almas
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cansadas al agua viva, llenas de inquietud, y a punto de perecer en el
desierto del pecado. Tienen que dirigir la atención de sus semejantes
a Aquel de quien parte la invitación: “Si alguno tiene sed, venga a
mí y beba
Se considera que el río ancho y profundo, que ofrece una vía de
comunicación para el tráfico de las naciones y sus viajeros, es un
beneficio para todo el mundo; pero, ¿qué diremos de los arroyuelos
que contribuyen a formar esa noble corriente fluvial? Si no fuera por
ellos, el río desaparecería. De ellos depende su misma existencia.
También se honra a los hombres que dirigen una gran obra, como si
ellos solos son los responsables del éxito de esta, pero ese éxito re-