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La Educación
Más de un hombre hubiera escapado del fracaso y de la rui-
na financiera, si hubiese tenido en cuenta las advertencias que las
Escrituras repiten y recalcan.
“El que se apresura a enriquecerse no será sin culpa
“Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que recoge con
mano laboriosa las aumenta
“Amontonar tesoros con lengua mentirosa es aliento fugaz de
aquellos que buscan la muerte
“El que toma prestado es siervo del que presta
“Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño;
mas el que aborreciere las fianzas vivirá seguro
“No traspases el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los
huérfanos; porque el defensor de ellos es el fuerte, el cual juzgará
la causa de ellos contra ti”. “El que oprime al pobre para aumentar
sus ganancias, o que da al rico, ciertamente se empobrecerá”. “El
que cava foso caerá en él; y al que revuelve la piedra, sobre él le
volverá
A estos principios está ligado el bienestar de la sociedad, tanto
en las relaciones seculares como en las religiosas. Ellos son los que
dan seguridad a la propiedad y la vida. Por todo lo que hace posible
la confianza y la cooperación, el mundo es deudor a la ley de Dios,
según la da su Palabra, y según se puede encontrar aún, en rasgos a
menudo oscuros y casi borrados, en el corazón de los hombres.
Las palabras del salmista: “Mejor me es la ley de tu boca, que
millares de oro y plata
declaran algo que es cierto desde otros
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puntos de vista, fuera del religioso. Declaran una verdad absoluta,
reconocida en el mundo de los negocios. Hasta en esta época de
pasión por la acumulación de dinero, cuando hay tanta competencia
y los métodos son inescrupulosos, se reconoce ampliamente que,
para el joven que se inicia en la vida, la integridad, la diligencia, la
temperancia, la economía y la pureza constituyen un capital mejor
que el constituido meramente por una suma de dinero.
Sin embargo, aun entre los que aprecian el valor de estas cuali-
dades y reconocen que tienen su origen en la Biblia, hay pocos que
aceptan el principio en que se fundan.
El cimiento de la integridad comercial y del verdadero éxito es
el reconocimiento del derecho de propiedad de Dios. El Creador
de todas las cosas es el propietario original. Nosotros somos sus