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Poesía y canto
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cuando la atmósfera que lo rodeaba era sombría a causa de la me-
lancolía, el disgusto, la desconfianza o el temor opresivo, se oía su
canto de fe y santa alegría.
En aquella última triste noche de la cena de Pascua, cuando
estaba por salir a hacer frente a la traición y la muerte, se elevó su
voz en este salmo:
“Sea el nombre de Jehová bendito,
Desde ahora y para siempre.
Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone,
Sea alabado el nombre de Jehová”.
“Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas;
Porque ha inclinado a mí su oído;
Por tanto, le invocaré en todos mis días”.
“Me rodearon ligaduras de muerte,
Me encontraron las angustias del Seol;
Angustia y dolor había yo hallado.
Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo:
Oh Jehová, libra ahora mi alma.
Clemente es Jehová, y justo;
Sí, misericordioso es nuestro Dios”.
“Jehová guarda a los sencillos;
Estaba yo postrado, y me salvó.
Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,
Porque Jehová te ha hecho bien.
Pues tú has librado mi alma de la muerte,
Mis ojos de lágrimas,
Y mis pies de resbalar
En medio de las sombras densas de la última gran crisis de la
tierra, la luz de Dios alumbrará con más brillo, y se oirá en los
acordes más diáfanos y sublimes el canto de esperanza y confianza.
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“En aquel día cantarán
este cántico en tierra de Judá:
Fuerte ciudad tenemos;