Página 15 - La Educaci

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La fuente de la verdadera educación y su propósito
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poder
y de cuya boca “viene el conocimiento y la inteligencia
imparte la verdadera educación superior.
Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el
conocimiento de Dios. Dondequiera que nos dirijamos: al dominio
físico, mental y espiritual; cualquier objeto que contemplemos, fuera
de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado este conoci-
miento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el
sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con
la Inteligencia poderosa e invisible que trabaja en todas las cosas
y por medio de ellas. La mente del hombre se pone en comunión
con la mente de Dios; lo finito, con lo infinito. El efecto que tiene
esta comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda
estimación.
En esta comunión se halla la educación más elevada. Es el méto-
do propio que Dios tiene para lograr el desarrollo del ser humano.
“Vuelve ahora en amistad con Dios
es su mensaje para la humani-
dad. El método presentado en estas palabras fue el que se utilizó en
la educación del padre de nuestra especie. Así instruyó Dios a Adán
cuando, en la gloria de una virilidad exenta de pecado, habitaba en
el sagrado jardín del Edén.
A fin de comprender qué abarca la obra de la educación, ne-
cesitamos considerar tanto la naturaleza del ser humano como el
propósito de Dios al crearlo.
Hemos de considerar también el cambio que sufrió la humanidad
por la introducción del conocimiento del mal, y el plan de Dios para
cumplir, sin embargo, su glorioso propósito en la educación de la
especie humana.
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Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su natu-
raleza física, mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. “Creó
Dios al hombre a su imagen
con el propósito de que, cuanto más
viviera, más plenamente revelara esa imagen, más plenamente refle-
jara la gloria del Creador. Todas sus facultades eran susceptibles de
desarrollo; su capacidad y su fortaleza debían aumentar continua-
mente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad, glorioso el
campo abierto a su investigación. Los misterios del universo visible
“las maravillas del que es perfecto en sabiduría
invitaban al hom-
bre a estudiar. Tenía el alto privilegio de relacionarse íntimamente,
cara a cara, con su Creador. Si hubiera permanecido leal a Dios, todo