Capítulo 19—La historia y la profecía
“¿Quién hizo oír esto desde el principio [...] sino yo, Jehová? Y no
hay más Dios que yo”.
Isaías 45:21
.
La Biblia es la historia más antigua y abarcante que poseen los
hombres. Nació de la fuente de la verdad eterna y una mano divina
ha preservado su pureza a través de los siglos. Ilumina el lejano
pasado en el cual en vano trata de penetrar la investigación humana.
Solamente en la Palabra de Dios contemplamos el poder que puso
los cimientos de la tierra y extendió los cielos. Tan solo en ella
hallamos un relato auténtico del origen de las naciones. Únicamente
en ella se da una historia de nuestra raza, libre de prejuicios u orgullo
humanos.
En los anales de la historia humana, el crecimiento de las nacio-
nes, el levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender
de la voluntad y las proezas del hombre. Los sucesos parecen ser
determinados, en gran parte, por su poder, su ambición o su capri-
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cho. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y contemplamos
detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las pa-
siones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso,
que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad
de Dios.
La Biblia revela la verdadera filosofía de la historia. En las
palabras de belleza inmaculada y ternura que el apóstol Pablo dirigió
a los filósofos de Atenas, se expone el propósito que tenía Dios al
crear y distribuir las razas y naciones. Él “de una sangre ha hecho
todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la
tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su
habitación, para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando,
puedan hallarlo, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de
nosotros
Dios declara que cualquiera que lo desee puede “entrar
en los vínculos del pacto
Al crear la tierra, su propósito era que
fuese habitada por seres cuya existencia fuera una bendición para
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