La enseñanza y el estudio de la Biblia
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día. Entiéndase que no han de interferir con esa hora pensamientos
perturbadores y poco amables. Reúnanse los padres y los niños para
encontrarse con Jesús, y para invitar a los santos ángeles a estar
presentes en el hogar. Los cultos tienen que ser breves y llenos de
vida, adaptados a la ocasión, y variados. Todos deberían tomar parte
en la lectura de la Biblia, y aprender y repetir a menudo la ley de Dios.
Los niños tendrán más interés si a veces se les permite que escojan
la lectura. Háganseles preguntas sobre lo leído y permítaseles que
también las hagan ellos. Menciónese cualquier cosa que sirva para
ilustrar su significado. Si el culto no es demasiado largo, permítase
que los pequeñuelos oren y se unan al canto, aunque se trate de una
sola estrofa.
A fin de dar al culto el carácter que debe tener, es necesaria cierta
preparación. Los padres necesitan consagrar tiempo diariamente al
estudio de la Biblia con sus hijos. Sin duda, se requerirá esfuerzo,
reflexión y algún sacrificio para llevar a cabo esto, pero el esfuerzo
será ricamente recompensado.
Dios ordena a los padres, como preparación para enseñar sus
preceptos, que los guarden en su corazón. “Y estas palabras que
yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón—dice Jehová—; y las
repetirás a tus hijos
Para interesar a nuestros niños en la Biblia,
nosotros mismos hemos de tener interés en ella. Para despertar en
ellos el amor hacia su estudio, nosotros mismos debemos amarlo. La
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instrucción que les demos irá acompañada del peso de la influencia
que le presten nuestro propio ejemplo y espíritu.
Dios llamó a Abraham para que fuera maestro de su palabra,
lo escogió para que sea padre de una gran nación, porque vio que
instruiría a sus hijos y a su casa en los principios de la ley de Dios.
El poder de la enseñanza de Abraham se debió a la influencia de su
vida. Formaban parte de su casa más de mil personas, muchas de
las cuales eran jefes de familia y no pocas recién convertidas del
paganismo. Semejante casa necesitaba que una mano firme manejara
el timón. Los métodos débiles y vacilantes no servían. Dios dijo
a Abraham: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa
después de sí”. Sin embargo, ejercía su autoridad con tal sabiduría
y ternura que cautivaba los corazones. El testimonio del Atalaya
divino es: “Que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y
juicio
Y la influencia de Abraham se extendió más allá de su casa.