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La enseñanza y el estudio de la Biblia
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Únicamente se puede obtener un verdadero conocimiento de
la Biblia mediante la ayuda del Espíritu que dio la Palabra. Y a
fin de obtener ese conocimiento hemos de vivir de acuerdo con él.
Debemos obedecer todo lo que la Palabra de Dios manda. Podemos
reclamar todas sus promesas. Mediante su poder, necesitamos vivir
la vida que ella recomienda. Solo si se la considera de este modo, se
la puede estudiar eficazmente.
El estudio de la Biblia requiere nuestro más diligente esfuerzo y
nuestra más perseverante meditación. Con el mismo afán y la misma
persistencia con que el minero excava la tierra en busca del tesoro,
debemos buscar nosotros el tesoro de la Palabra de Dios.
En el estudio diario, el método que consiste en examinar un
versículo tras otro es a menudo de mucha utilidad. Tome el estudiante
un versículo, concentre la mente para descubrir el pensamiento que
Dios encerró para él allí, y luego medite en él hasta hacerlo suyo.
Un pasaje estudiado en esa forma, hasta comprender su significado,
es de más beneficio que la lectura de muchos capítulos sin propósito
definido y sin que se obtenga verdadera instrucción.
Una de las principales causas de la ineficacia mental y la debili-
dad moral es la falta de concentración para lograr fines importantes.
Nos enorgullecemos de la inmensa difusión de las publicaciones, pe-
ro esa gran cantidad de libros—incluso los que en sí mismos no son
perjudiciales—pueden ser definidamente dañina. Con la inmensa
corriente de material impreso que sale constantemente de las pren-
sas, tanto los adultos como los jóvenes adquieren el hábito de leer
en forma apresurada y superficial, y la mente pierde la facultad de
elaborar pensamientos vigorosos y coordinados. Además, gran parte
de los periódicos y libros que, como las ranas de Egipto, se esparcen
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por la tierra, no son solamente vulgares, inútiles y debilitantes, sino
que corrompen y destruyen el alma. La mente y el corazón indolen-
tes, que no tienen propósito definido, son presa fácil del maligno. El
hongo se arraiga en organismos enfermos, sin vida. Satanás instala
su taller en la mente ociosa. Diríjase la mente a ideales elevados y
santos, dese a la vida un propósito noble, absorbente, y el enemigo
hallará poco terreno para afirmarse.
Enséñese, pues a los jóvenes a estudiar detenidamente la Pala-
bra de Dios. Una vez que haya sido recibida en el alma, será una
poderosa barricada contra la tentación. “En mi corazón he guardado