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La enseñanza y el estudio de la Biblia
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para familiarizarse con la Palabra de Dios. Su estudio no se limitará
a un tiempo y un lugar determinados. Y este estudio continuo es
uno de los mejores medios de cultivar el amor hacia las Escrituras.
El estudiante debería tener siempre consigo la Biblia. Si tenéis una
oportunidad, leed un texto y meditad en él. Mientras andáis por la
calle, esperáis en la estación del ferrocarril, o en el lugar de una cita,
aprovechad la oportunidad de adquirir algún pensamiento del tesoro
de la verdad.
Las grandes fuerzas motrices del alma son la fe, la esperanza y el
amor; y a ellas se dirige el estudio de la Biblia, hecho debidamente.
La hermosura exterior de las Escrituras, la belleza de las imágenes y
la expresión, no es sino el engarce, por así decirlo, de su verdadera
joya: La belleza de la santidad. En la historia que ofrece de los
hombres que anduvieron con Dios, podemos ver fulgores de su
gloria. En el que es “del todo amable” contemplamos a Aquel de
quien toda la belleza del cielo y de la tierra no es más que un
pálido reflejo. “Y cuando yo sea levantado de la tierra, -dijo-, a
todos atraeré a mí mismo
A medida que el estudiante de la Biblia
contempla al Redentor, se despierta en el alma el misterioso poder
de la fe, la adoración y el amor. La mirada se fija en la visión de
Cristo y el que observa se asemeja cada vez más a lo que adora.
Las palabras del apóstol Pablo llegan a ser el lenguaje del alma:
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor [...] a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte
Los manantiales de paz y gozo celestial abiertos en el alma por
las palabras de la Inspiración, se convertirán en un río poderoso de
influencia bendita para todos los que se pongan a su alcance. Con-
viértanse los jóvenes de hoy día, los jóvenes que crecen con la Biblia
en la mano, en receptores y transmisores de su energía vivificadora,
y fluirán hacia el mundo corrientes de bendición; influencias cuyo
poder para sanar y consolar apenas podemos concebir, un río de
agua viva “que brote para vida eterna”.
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