El estudio de la fisiología
167
Mediante lecciones sencillas y fáciles se tiene que enseñar a los
niños, desde sus primeros años, los rudimentos de la fisiología y la
higiene. Esta obra la debe empezar la madre en el hogar, y la debe
continuar fielmente la escuela. A medida que la edad de los alumnos
aumente, es necesario seguir instruyéndolos en ese ramo, hasta que
estén capacitados para cuidar de la casa en la cual viven. Deben
comprender la importancia que tiene el evitar las enfermedades
mediante la conservación de la salud de cada órgano, y también
se les debe enseñar a actuar en caso de enfermedades comunes y
accidentes. En toda escuela se debe enseñar fisiología e higiene, y en
cuanto sea posible se debe proveer material para ilustrar la estructura
del cuerpo, su empleo y cuidado.
En el estudio de la fisiología no se incluyen por lo general algu-
nos asuntos que deben considerarse, que son de mayor valor para el
estudiante que muchos detalles técnicos que comúnmente se enseñan
bajo ese título. Como principio fundamental de toda la educación
correspondiente a este ramo, se ha de enseñar a los jóvenes que las
leyes de la naturaleza son leyes de Dios, tan ciertamente divinas
como los preceptos del Decálogo. El Señor ha escrito en cada nervio,
músculo y fibra del cuerpo las leyes que gobiernan nuestro orga-
nismo. Toda violación de esas leyes, cometida por descuido o con
premeditación, es un pecado contra nuestro Creador.
[179]
¡Cuán necesario es, pues, que se imparta un conocimiento com-
pleto de estas leyes! Se debería prestar mucha mayor atención de
la que comúnmente se concede a los principios de higiene que se
aplican al régimen alimentario, al ejercicio, al cuidado de los niños,
al tratamiento de los enfermos y a muchos asuntos semejantes.
Se debe dar realce a la influencia que tiene la mente sobre el cuer-
po y este sobre aquella. La energía eléctrica del cerebro, aumentada
por la actividad mental, vitaliza todo el organismo, y es de ayuda
inapreciable para resistir la enfermedad. Tiene que explicarse bien
este punto. También es necesario presentar el poder de la voluntad
y la importancia del dominio propio, tanto en la conservación de la
salud como en su recuperación, como asimismo el efecto depresivo
y hasta ruinoso de la ira, el descontento, el egoísmo o la impureza y,
por otra parte, el maravilloso poder vivificador que se encuentra en
la alegría, la abnegación y la gratitud.