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Capítulo 22—La temperancia y el régimen
alimentario
“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene”.
1 Corintios 9:25
.
Todo estudiante necesita comprender la relación que existe entre
la vida sencilla y el pensamiento elevado. A nosotros nos toca decidir
individualmente si nuestras vidas han de ser regidas por la mente
o por el cuerpo. Todo joven por sí mismo debe tomar la decisión
que amoldará su vida, y no se deberían ahorrar energías para hacerlo
comprender las fuerzas contra las cuales tendrá que contender, y las
influencias que modelan el carácter y determinan el destino.
La intemperancia es un enemigo contra el cual debemos preca-
vernos todos. El rápido aumento de este terrible mal debe mover a
la lucha a todo el que ama al género humano. La costumbre de dar
instrucción en cuanto a temas de temperancia en las escuelas, es un
paso que se está dando en la buena dirección. Ha de practicarse esa
costumbre en todas las escuelas y todos los hogares. Los jóvenes
y los niños deben saber que el alcohol, el tabaco y otros venenos
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similares provocan la ruina del cuerpo, el entorpecimiento de la
mente y la corrupción del alma. Debe explicarse que cualquiera que
use esas cosas con el paso del tiempo perderá toda la fuerza de sus
facultades físicas, mentales o morales.
Pero, a fin de descubrir la raíz de la intemperancia, debemos ir
más allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de
ideales, las malas compañías, pueden ser las causas que predisponen
a la intemperancia. A menudo se las halla en la mesa del hogar de
las familias que se consideran estrictamente temperantes. Todo lo
que perjudique la digestión, que provoque una estimulación mental
anormal, o que de cualquier modo debilite el organismo y perturbe el
equilibrio de las facultades mentales y físicas, disminuye el dominio
de la mente sobre el cuerpo y tiende a fomentar la intemperancia.
Si se buscara el motivo de la caída de más de un joven promisorio,
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