Capítulo 24—La educación manual
“Que procuréis [...] trabajar con vuestras manos”.
En ocasión de la creación, el trabajo fue establecido como una
bendición. Implicaba desarrollo, poder y felicidad. El cambio produ-
cido en la condición de la tierra, debido a la maldición del pecado,
ha modificado también las condiciones del trabajo, y aunque va
acompañado ahora de ansiedad, cansancio y dolor, sigue siendo una
fuente de felicidad y desarrollo. Es también una salvaguardia contra
la tentación. Su disciplina pone freno a la complacencia, y promueve
la laboriosidad, la pureza y la firmeza. Forma parte, pues, del gran
plan de Dios para que nos repongamos de la caída.
Se debe guiar a los jóvenes a apreciar la verdadera dignidad
del trabajo. Mostrarles que Dios trabaja constantemente. Todos los
elementos de la naturaleza cumplen la tarea que se les ha asignado.
Se ve actividad en toda la creación y, para cumplir nuestra misión,
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nosotros también debemos ser activos.
Al trabajar, somos colaboradores con Dios. Nos da la tierra y
sus tesoros, pero tenemos que adaptarlos a nuestro uso y comodi-
dad. Hace crecer los árboles, pero nosotros preparamos la madera y
construimos la casa. Ha escondido en la tierra la plata y el oro, el
hierro y el carbón, pero únicamente podemos obtenerlos mediante
el trabajo perseverante.
Hemos de demostrar que, aunque Dios ha creado todas las cosas
y las dirige constantemente, nos ha dotado de un poder que no es
totalmente diferente del suyo. Se nos ha concedido cierto dominio
sobre las fuerzas de la naturaleza. Tal como Dios sacó del caos la
tierra con toda su belleza, nosotros podemos extraer poder y belleza
de la confusión. Y aunque todas las cosas están ahora mancilladas
por el pecado, sentimos, sin embargo, cuando terminamos algo, un
gozo semejante al de Dios cuando, al contemplar la hermosa tierra,
dijo que todo era “bueno en gran manera”.
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