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Capítulo 25—La educación y el carácter
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“Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia”.
Isaías 33:6
.
La verdadera educación no desconoce el valor del conocimiento
científico o literario, pero considera que el poder es superior a la
información, la bondad al poder y el carácter al conocimiento inte-
lectual. El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto como
de carácter noble. Necesita hombres cuya capacidad sea dirigida por
principios firmes.
“Sabiduría ante todo”; por tanto, “adquiere sabiduría”. “La len-
gua de los sabios adornará la sabiduría
La verdadera educación
imparte esa sabiduría. Enseña el mejor empleo que se puede dar no
solo a uno sino a todos nuestros conocimientos y facultades. De ese
modo abarca toda la gama de nuestras obligaciones hacia nosotros
mismos, hacia el mundo y hacia Dios.
La edificación del carácter es la obra más importante que jamás
haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su
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estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación
anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes;
nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes
como los que tienen que arrostrar hoy.
En semejante momento, ¿cuál es la tendencia de la educación
que se da? ¿Qué motivo tiene generalmente en vista? La complacen-
cia del yo. Gran parte de la educación que se da es una perversión
del arte pedagógico. La verdadera educación contrarresta la ambi-
ción egoísta, el afán de poder, la indiferencia hacia los derechos
y las necesidades de la humanidad, que constituyen la maldición
de nuestro mundo. En el plan de vida de Dios hay un lugar para
cada ser humano. Cada uno debe perfeccionar hasta lo sumo sus
talentos, y la fidelidad con que lo haga, sean estos pocos o muchos,
le da derecho a recibir honor. En el plan de Dios no tiene cabida la
rivalidad egoísta. Los que se miden entre sí y se comparan los unos
con los otros “no son juiciosos
Cualquier cosa que hagamos debe
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