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La educación y el carácter
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ser hecha “conforme al poder que Dios da
“de corazón, como para
el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la
recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís
Son preciosos el servicio que se presta y la educación que se
obtiene al poner en práctica estos principios. Pero, ¡cuánto discrepa
con ellos la mayor parte de la educación que ahora se da! Desde
los primeros años de la vida, el niño estimula la emulación y la
rivalidad; fomenta el egoísmo, raíz de todo mal.
Así empieza la lucha por la supremacía y se fomenta el sistema
de estudiar a presión, lo que en tantos casos destruye la salud e
impide que el alumno llegue a ser útil. En muchos otros, la emulación
conduce a la improbidad, y al fomentar la ambición y el descontento,
amarga la vida y contribuye a llenar el mundo de espíritus turbulentos
que son una amenaza permanente para la sociedad.
El peligro no se encuentra solamente en los métodos; también se
lo descubre en las materias de estudio.
¿Cuáles son las obras en las que se explaya la mente de los
jóvenes durante los años formativos de su vida? Al estudiar idiomas
y literatura, ¿de qué fuentes se enseña a beber a los jóvenes? De los
pozos del paganismo; de manantiales alimentados por las corrupcio-
nes de la antigua idolatría. Se les hace estudiar autores que, sin duda
alguna, no tienen el más mínimo aprecio por los principios morales.
¡De cuántos autores modernos se podría decir lo mismo! ¡En
cuántos de ellos la gracia y la belleza del lenguaje son solo un disfraz
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bajo el cual se ocultan principios que, en su verdadera deformidad,
repugnarían al lector!
Además hay una multitud de novelistas que encantan con sueños
agradables que transcurren en cómodos palacios. Aunque no se los
puede acusar de inmorales, su obra también está saturada de maldad.
Roba a millares el tiempo, la energía y la disciplina requeridos por
los problemas serios de la vida.
También hay peligros grandes en el estudio de la ciencia, según
se acostumbra a encararlo. En las instituciones de enseñanza de
cualquier nivel, desde el jardín de infantes hasta la universidad,
se enseñan la teoría de la evolución y los errores que con ella se
relacionan. Por eso, el estudio de la ciencia, que debería impartir un
conocimiento de Dios, se halla tan mezclado con las especulaciones
y teorías de los hombres, que inspira incredulidad.