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La Educación
Hasta el estudio de la Biblia, según se lo enfoca con demasiada
frecuencia en las escuelas, priva al mundo del tesoro inapreciable de
la Palabra de Dios. La obra de la “alta crítica”, al disecar, conjeturar
y reconstruir, está destruyendo la fe en la Biblia como revelación
divina, y está privando a la Palabra de Dios del poder de regir, elevar
e inspirar las vidas humanas.
Cuando los jóvenes entran en el mundo para enfrentar las ten-
taciones a pecar que este les presenta, es a saber, el afán de ganar
dinero, de divertirse y satisfacer los sentidos; el deseo de lujo, os-
tentación y extravagancia, el engaño astuto, el fraude, el robo y
finalmente la ruina, ¿con qué enseñanzas se van a encontrar?
El espiritismo asegura que los hombres son semidioses no caí-
dos; que “cada mente se juzgará a sí misma”; que el “verdadero
conocimiento coloca a los hombres por encima de toda ley”; que
“todos los pecados cometidos son inocentes”; porque “todo lo que
existe es correcto”, y porque “Dios no condena”. Pretende que están
en el cielo, exaltados, los seres humanos más viles. Declara a todos
los hombres: “No importa qué hagáis; vivid como os plazca; el
cielo es vuestro hogar”. Multitudes llegan así a creer que el deseo
constituye la ley suprema, que el desenfreno es libertad, y que el
hombre es responsable solamente ante sí mismo.
Si se proporciona semejante enseñanza al comienzo mismo de
la vida, cuando el impulso es fortísimo y urgentísima la necesidad
de dominio propio y pureza, ¿dónde quedan las salvaguardias de
la virtud? ¿Qué ha de impedir que el mundo se convierta en una
segunda Sodoma?
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Al mismo tiempo la anarquía trata de hacer desaparecer toda
ley, no solo divina sino humana. La concentración de la riqueza y
el poder, las vastas combinaciones hechas para el enriquecimiento
de unos pocos a expensas de la mayoría; la unión de las clases
más pobres para organizar la defensa de sus intereses y derechos;
el espíritu de inquietud, desorden y derramamiento de sangre; la
propagación mundial de las mismas enseñanzas que produjeron la
Revolución Francesa, tienden a envolver al mundo entero en una
lucha similar a la que convulsionó a Francia.
Estas son las influencias que tienen que afrontar los jóvenes de
hoy día. Para permanecer firmes en medio de tales trastornos es
necesario que echen ahora los cimientos del carácter.