Página 199 - La Educaci

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Métodos de enseñanza
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debe aprender por sí mismo de Dios, mediante su Palabra. Se nos
dio la razón para que la usáramos, y el Altísimo desea que lo ha-
gamos. “Venid [...] y estemos a cuenta
nos dice. Si confiamos
en él podemos tener sabiduría para “desechar lo malo y escoger lo
bueno
En toda enseñanza verdadera, es esencial la relación personal.
Al enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó
a los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más
preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un
solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la
entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer
despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió
un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni
siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos
era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y
exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón.
Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban,
notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho
de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en
respuesta con gozosa simpatía.
Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser
humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promi-
soria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba
en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que
dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él.
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En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo inte-
rés personal y la misma atención al desarrollo individual. Muchos
jóvenes que aparentemente no son promisorios, están ricamente do-
tados de talentos que no usan. Sus facultades permanecen ocultas
a causa de la falta de discernimiento de sus educadores. En más de
un muchacho o una niña exteriormente tan desprovisto de atractivos
como una piedra sin pulir, se hallaría material precioso que resistiría
la prueba del calor, la tormenta y la presión. El verdadero educador,
teniendo presente lo que pueden llegar a ser sus alumnos, reconocerá
el valor del material con el cual trabaja. Sentirá interés personal
por cada alumno y tratará de desarrollar todas sus facultades. Por
imperfecto que sea, se estimulará todo esfuerzo hecho por armonizar
con los principios justos.