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Capítulo 2—La escuela del Edén
“¡Bienaventurado el hombre
que halla la sabiduría!”
Proverbios 3:13
.
El sistema de educación establecido al principio del mundo
debía ser un modelo para el hombre en todos los tiempos. Como
una ilustración de sus principios se fundó una escuela modelo en
el Edén, el hogar de nuestros primeros padres. El jardín del Edén
era el aula, la naturaleza el libro de texto, el Creador mismo era el
Maestro, y los padres de la familia humana los alumnos.
Creados para ser la “imagen y gloria de Dios
Adán y Eva
habían recibido capacidades dignas de su elevado destino. De formas
graciosas y simétricas, de rasgos regulares y hermosos, de rostros que
irradiaban los colores de la salud, la luz del gozo y la esperanza, eran
en su aspecto exterior la imagen de su Hacedor. Esta semejanza no se
manifestaba solamente en su naturaleza física. Todas las facultades
de la mente y el alma reflejaban la gloria del Creador. Adán y Eva,
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dotados de dones mentales y espirituales superiores, fueron creados
en una condición “un poco menor que los ángeles
a fin de que no
discernieran solamente las maravillas del universo visible, sino que
comprendiesen las obligaciones y responsabilidades morales.
“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso
allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la
tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también
el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del
bien y del mal
En ese lugar, en medio de las hermosas escenas de
la naturaleza que no había sido tocada por el pecado, recibieron su
educación nuestros primeros padres.
Por el interés que tenía en sus hijos, nuestro Padre celestial
dirigía personalmente su educación. A menudo iban a visitarlos sus
mensajeros, los santos ángeles, que les daban consejos e instrucción.
Con frecuencia, cuando caminaban por el jardín “al aire del día”,
oían la voz de Dios y gozaban de comunión personal con el Eterno.
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