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La escuela del Edén
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Los pensamientos que él tenía para ellos eran “pensamientos de paz,
y no de mal
Solo deseaba para ellos el bien.
Adán y Eva estaban encargados del cuidado del jardín, para que
lo guardaran y lo cultivaran. Aunque poseían en abundancia todo lo
que el Dueño del universo les podía proporcionar, no debían estar
ociosos. Se les había asignado como bendición una ocupación útil,
que había de fortalecer su cuerpo, ampliar su mente y desarrollar su
carácter.
El libro de la naturaleza, al desplegar ante ellos sus lecciones
vivas, les proporcionaba una fuente inagotable de instrucción y
deleite. El nombre de Dios estaba escrito en cada hoja del bosque y
en cada piedra de las montañas, en toda estrella brillante, en el mar,
el cielo y la tierra. Los moradores del Edén trataban con la creación
animada e inanimada; con las hojas, las flores y los árboles, con toda
criatura viviente, desde el leviatán de las aguas, hasta el átomo en el
rayo del sol, y aprendían de ellos los secretos de su vida. La gloria de
Dios en los cielos, los mundos innumerables con sus movimientos
prefijados, “las diferencias de las nubes
los misterios de la luz y
el sonido, del día y de la noche, todos eran temas de estudio para los
alumnos de la primera escuela de la tierra.
El Infinito Autor de todo abría a sus mentes las leyes y ope-
raciones de la naturaleza, y los grandes principios de verdad que
gobiernan el universo espiritual. Sus facultades mentales y espiri-
tuales se desarrollaban en la “iluminación del conocimiento de la
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gloria de Dios
y disfrutaban de los más elevados placeres de su
santa existencia.
No solo el jardín del Edén, sino toda la tierra era sumamente
hermosa al salir de la mano del Creador. No la desfiguraban ninguna
mancha de pecado ni sombra de muerte. La gloria de Dios “cubrió
los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza”. “Cuando alababan
todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios
De ese modo era la tierra un emblema adecuado de Aquel que es
“grande en misericordia y verdad
un estudio propio para los seres
creados a su imagen. El huerto del Edén era una representación de lo
que Dios deseaba que llegara a ser toda la tierra, y su propósito era
que, a medida que la familia humana creciera en número, estableciera
otros hogares y escuelas semejantes a los que él había dado. De ese
modo, con el transcurso del tiempo, toda la tierra estaría llena de