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Métodos de enseñanza
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mente un plan bien definido, y saber que se propone hacer. No
debería descansar satisfecho después de la presentación de un tema
hasta que el alumno comprenda el principio que encierra, descubra
su verdad y pueda expresar claramente lo que ha aprendido.
Mientras se tenga en vista el gran propósito de la educación,
debería animarse a los jóvenes a avanzar hasta donde le permitan
sus aptitudes. Pero antes de iniciarse en los ramos superiores de
estudio, deberían dominar los inferiores. Con mucha frecuencia se
descuida esto. Hasta entre los estudiantes de los colegios superiores
se nota gran deficiencia en el conocimiento de los ramos comunes
de la educación. Muchos estudiantes dedican el tiempo al estudio de
las matemáticas superiores cuando son incapaces de llevar cuentas
sencillas. Muchos estudian declamación para ser oradores elegantes,
cuando ni siquiera saben leer de manera inteligible e impresionante.
Muchos que han terminado sus estudios de retórica no saben redactar
una simple carta y cometen faltas de ortografía.
El conocimiento cabal de los elementos esenciales de la educa-
ción debería ser no solo condición indispensable para ser admitido
en un curso superior, sino la pauta permanente para determinar si se
progresa o no.
En todo aspecto de la educación debe haber fines más importan-
tes que los que se logran mediante el mero conocimiento técnico.
Tómese, por ejemplo, el caso del lenguaje. Es de mayor importancia
la capacidad de escribir y hablar la lengua propia con facilidad y
exactitud, que aprender idiomas extranjeros, vivos o muertos. Pero
ninguna educación lograda por medio del conocimiento de las reglas
gramaticales puede compararse en importancia con el estudio del
idioma desde un punto de vista superior. A este estudio están ligadas,
en extenso grado, la felicidad o la desgracia de la vida.
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El principal requisito del lenguaje es que sea puro, bondadoso
y veraz: “La expresión externa de una gracia interior”. Dios dice:
“Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad
Y si estos son
los pensamientos, así será el lenguaje también.
La mejor escuela para la enseñanza del idioma es el hogar, pero
puesto que su trabajo se descuida con tanta frecuencia, le toca al
maestro ayudar a los alumnos a adquirir buenos hábitos de expresión.