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La Educación
aplicar esto en tan extenso grado como a la historia. Considéresela
desde el punto de vista divino.
Según se la enseña con demasiada frecuencia, la historia es poco
más que un informe acerca de la ascensión y la caída de los reyes;
de las intrigas palaciegas, las victorias y derrotas de ejércitos: Una
historia de la ambición y la avaricia, el engaño, la crueldad y el
derramamiento de sangre. Si se la enseña así, necesariamente sus
resultados serán perjudiciales. La repetición dolorosa de crímenes
y atrocidades, las enormidades y las crueldades descritas, siembran
semillas que en muchas vidas dan como fruto una cosecha de mal.
Mucho mejor es aprender, a la luz de la Palabra de Dios, las cau-
sas que condicionan el surgimiento y la caída de los reinos. El joven
debe estudiar estos relatos y notar cómo en la verdadera prosperidad
de las naciones ha tenido que ver la aceptación de los principios
divinos. Debe estudiar la historia de los grandes movimientos de re-
forma, y notar cuán a menudo sus principios—aunque despreciados
y odiados, y aunque sus defensores fueron llevados a la cárcel y al
cadalso—, han triunfado mediante esos mismos sacrificios.
Semejante estudio dará perspectivas amplias y abarcantes a la
vida. Ayudará a los jóvenes a comprender algo de su interrelación y
su interdependencia con los demás, de la forma maravillosa como
estamos ligados en la gran fraternidad de la sociedad y las naciones,
y en cuán amplia medida la opresión o degradación de un miembro
significa pérdida para todos.
Al enseñar matemáticas, se lo debiera hacer en forma práctica.
Se debería enseñar a todo joven y a todo niño no solamente a resolver
problemas imaginarios, sino a llevar cuenta exacta de sus propios
ingresos y gastos. Aprenda, usándolo, el debido uso del dinero.
Enséñese a los niños y niñas a elegir y comprar su ropa, sus libros y
otras cosas, ya sea que los paguen sus padres o ellos mismos con sus
propias ganancias; y si llevan cuenta de sus gastos aprenderán, como
no lo lograrían de otro modo, a valorar y usar el dinero. Este tipo de
educación les enseñará a distinguir la diferencia que existe entre la
verdadera economía y la mezquindad por un lado, y el despilfarro
por el otro. Debidamente dirigida, fomentará hábitos de generosidad.
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Ayudará a los jóvenes a aprender a dar, no por el mero impulso del
momento cuando se conmueven sus sentimientos, sino regular y
sistemáticamente.