El sábado
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Puesto que el sábado es una institución recordativa del poder
creador es, entre todos los días, aquel en que debemos familiarizarnos
especialmente con Dios por medio de sus obras. En la mente de los
niños, el solo pensamiento del sábado debe estar ligado al de la
belleza de las cosas naturales. Feliz la familia que puede ir al lugar
de culto el sábado, como Jesús y sus discípulos iban a la sinagoga,
a través de campos y bosques, o a lo largo de la costa del lago.
Felices los padres que pueden enseñar a sus hijos la Palabra escrita
de Dios con ilustraciones obtenidas de las páginas abiertas del libro
de la naturaleza; que pueden reunirse bajo los árboles verdes, al aire
fresco y puro, para estudiar la Palabra y cantar alabanzas al Padre
celestial.
Por medio de esta relación, los padres pueden ligar sus hijos a
sus corazones, y de este modo a Dios, con lazos que nunca podrán
se quebrantados.
Como medios de educación intelectual, las oportunidades que
ofrece el sábado son inapreciables. Estúdiese la lección de la escuela
sabática, no por medio de una rápida ojeada dada al texto de la
lección el sábado de mañana, sino mediante el estudio cuidadoso
de la lección para la semana siguiente, el sábado de tarde, y el
repaso y la ejemplificación diarios durante la semana. Así la lección
se grabará en la memoria y será un tesoro que jamás se perderá
totalmente.
Al escuchar un sermón, los padres y los niños deberían anotar el
texto y los versículos citados y, tanto como sea posible, la ilación
del pensamiento, para repetírselos unos a otros en la casa. Esto con-
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tribuirá a aliviar el cansancio con que los niños a menudo escuchan
un sermón, y cultivará en todos el hábito de prestar atención y seguir
los pensamientos que se presentan.
La meditación en los temas sugeridos abrirá al estudiante tesoros
en los que jamás soñó, y experimentará en su vida la realidad de esta
declaración bíblica:
“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue
por gozo y por alegría de mi corazón
“Y meditaré en tus estatutos”. “Deseables son más que el oro, y
más que mucho oro afinado. [...] Tu siervo es además amonestado
con ellos; en guardarlos hay grande galardón
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