Página 219 - La Educaci

Basic HTML Version

La fe y la oración
215
presencia de Dios. “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los
ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta”. “Muy limpio eres de
ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio
Este pensamiento fue
el escudo de José en medio de la corrupción de Egipto. Su respuesta
a los atractivos de la tentación fue firme: “¿Cómo, pues, haría yo
este gran mal, y pecaría contra Dios
La fe, si se la cultiva, será un
escudo para toda alma.
Solamente la seguridad de la presencia de Dios puede desvanecer
el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe
él en su memoria la promesa: “El ángel de Jehová acampa alrededor
de los que le temen, y los defiende
Lea la maravillosa historia de
Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él
y el ejército de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles
celestiales. Lea cómo se le apareció el ángel de Dios a Pedro cuando
estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo libertó, pasando
por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con
sus cerrojos y barrotes. Lea acerca de la escena desarrollada en el
mar, cuando Pablo, el prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser
juzgado y ejecutado, dirigió a los soldados y marineros náufragos,
abatidos por el cansancio, la falta de sueño y el hambre, estas grandes
palabras de valor y esperanza: “Pero ahora os exhorto a tener buen
ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros. [...]
Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien
soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que
comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos los
que navegan contigo”. Con fe en esta promesa, Pablo aseguró a sus
compañeros: “Pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de
vosotros perecerá”. Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese barco
[232]
un hombre por medio del cual Dios podía obrar, todo el contingente
de soldados y marineros paganos se salvó. “Y así aconteció que
todos se salvaron saliendo a tierra
No fueron escritas estas cosas únicamente para que las leamos y
nos asombremos, sino para que la misma fe que trabajó en los siervos
de Dios de antaño, trabaje en nosotros. Doquiera haya corazones
llenos de fe que sirvan de conducto transmisor de su poder, no será
menos notable su modo de trabajar ahora que entonces.
A los que, por falta de confianza propia, evitan tareas y respon-
sabilidades, enséñeseles a confiar en Dios. Así más de uno que de