Capítulo 33—La cooperación
“Somos miembros los unos de los otros”.
Efesios 4:25
.
En la formación del carácter, ninguna influencia cuenta tanto
como la del hogar. La obra del maestro debería complementar la
de los padres, pero no ocupar su lugar. En todo lo que se refiere al
bienestar del niño, los padres y maestros deberían esforzarse por
cooperar.
La cooperación tiene que empezar con los padres en el hogar.
Comparten la responsabilidad de la educación de los niños y han
de esforzarse constantemente por actuar juntos. Entréguense a Dios
y pídanle ayuda para apoyarse mutuamente. Enseñen a sus hijos a
ser fieles al Señor, a los principios, a sí mismos y a todos aquellos
con quienes se relacionan. Con semejante educación, los niños, una
vez enviados a la escuela, no serán causa de disturbios o ansiedad.
Serán una ayuda para sus maestros y un ejemplo y motivación para
sus compañeros.
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No es probable que los padres que imparten esta educación
critiquen al maestro. Piensan que tanto el interés de sus hijos como la
justicia hacia la escuela exigen que, tanto como sea posible, apoyen
y respeten a aquel que comparte su responsabilidad.
En esto fallan muchos padres. Con su crítica precipitada y sin
fundamento, a menudo destruyen completamente la influencia del
maestro fiel y abnegado. Muchos padres, cuyos hijos han sido echa-
dos a perder por la complacencia, dejan al maestro la desagradable
tarea de reparar las consecuencias de su descuido y luego, con su
proceder, influyen para que su tarea sea casi desesperada. Su crí-
tica y su censura de la administración de la escuela fomentan la
insubordinación en los niños, y los apoyan en sus malos hábitos.
Si llegan a ser necesarias la crítica o algunas sugerencias en
cuanto al trabajo del maestro, deberían indicársele en privado. Si
esto no da resultado, preséntese el asunto a los responsables de la
dirección de la escuela. No se debe decir ni hacer nada que debilite
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