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Las escuelas de los profetas
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naciones paganas. Procuró la plata de Tarsis y el oro de Ofir a costa
del sacrificio de la integridad y la traición de los sagrados principios
de Dios. La asociación con idólatras y el casamiento con mujeres
paganas, corrompieron su fe. De ese modo fueron derribadas las
barreras que Dios había levantado para seguridad de su pueblo, y
Salomón se entregó al culto de los dioses falsos. En la cima del
Monte de los Olivos, frente al templo de Jehová, se erigieron imáge-
nes y altares gigantescos para rendir culto a deidades paganas. Al
abandonar su fidelidad a Dios, Salomón perdió el dominio propio.
Su delicada sensibilidad se adormeció. Se desvaneció el espíritu con-
cienzudo y considerado que caracterizó el principio de su reinado.
Los frutos del orgullo, la ambición, la prodigalidad y el sensualismo,
fueron la crueldad y la extorsión. El gobernante justo, compasivo,
temeroso de Dios, se convirtió en tirano y opresor. El que en ocasión
de la dedicación del templo había orado a Dios para que su pueblo
le entregara sin reservas el corazón, se transformó en su seductor.
Salomón se deshonró a sí mismo, deshonró a Israel y deshonró a
Dios.
La nación, de la cual él había sido el orgullo, siguió sus pasos.
Aunque más tarde se arrepintió, su arrepentimiento no impidió que
diera fruto el mal que había sembrado. La disciplina y la educación
que Dios había señalado a Israel, tendían a diferenciarlos, en todos
los aspectos de la vida, de los demás pueblos. No aceptó gustoso
esa peculiaridad que debió haber considerado privilegio y bendi-
ción especiales. Trató de cambiar la sencillez y el dominio propio,
esenciales para un desarrollo más elevado, por la pompa y el sen-
sualismo de las naciones paganas. Su ambición era ser “como [...]
todas las naciones
Desecharon el plan de educación de Dios, y no
reconocieron su autoridad.
La caída de Israel empezó con el rechazo de los caminos de Dios
para adoptar los caminos de los hombres. Así siguió hasta que el
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pueblo judío fue presa de las mismas naciones cuyas costumbres
había adoptado.
Como nación, los israelitas no recibieron los beneficios que Dios
deseaba darles. No apreciaron su propósito ni cooperaron en su
realización. Pero aunque los individuos y pueblos se separen así de
él, su propósito para los que en él confían es inmutable; “todo lo que
Dios hace será perpetuo