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La Educación
rey. En esa corte corrompida y lujosa estaban rodeados de fuertes
tentaciones. Los vencedores mencionaban con jactancia el hecho de
que ellos, adoradores de Jehová, fueran cautivos de Babilonia; que
los vasos de la casa de Dios hubieran sido colocados en el templo
de los dioses de Babilonia; que el rey de Israel fuera prisionero de
los babilonios, como evidencia de que su religión y sus costumbres
eran superiores a la religión y las costumbres de los hebreos. En esas
circunstancias, por medio de las mismas humillaciones que eran el
resultado de que Israel se había apartado de los mandamientos de
Dios, el Señor dio a Babilonia la evidencia de su supremacía, de la
santidad de sus demandas y del resultado que trae la obediencia. Y
dio ese testimonio del único modo que podía ser dado: Por medio
de los que seguían siendo fieles.
Una prueba decisiva les sobrevino a Daniel y sus compañeros
al empezar su carrera. La orden de que se les sirviera la comida de
la mesa real era una expresión del favor del rey, y del interés que
tenía por su bienestar. Pero como una porción era ofrecida a los
ídolos, la comida de la mesa del rey era consagrada a la idolatría; y
si los jóvenes participaban de ella, se iba a considerar que rendían
homenaje a los dioses falsos. La lealtad a Jehová les prohibía que
tuvieran parte en semejante homenaje. Ellos tampoco se atrevían
a arriesgarse a sufrir los efectos enervantes del lujo y la disipación
sobre su desarrollo físico, mental y espiritual.
Daniel y sus compañeros habían sido instruidos fielmente en
los principios de la Palabra de Dios. Habían aprendido a sacrificar
lo terrenal a lo espiritual, a buscar el mayor bien, y cosecharon la
recompensa. Sus hábitos de temperancia y su sentido de la respon-
sabilidad que tenían como representantes de Dios, produjeron el
más noble desarrollo de las facultades del cuerpo, la mente y el
alma. Cuando terminó su preparación, al ser examinados con otros
candidatos a los honores del reino, no fue hallado ninguno “como
Daniel, Ananías, Misael, y Azarías
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En la corte de Babilonia había representantes de todas las nacio-
nes, hombres con los más grandiosos talentos, ricamente dotados de
dones naturales, y dueños de la más elevada cultura que este mundo
puede ofrecer, y sin embargo, en medio de todos ellos, los cautivos
hebreos no tenían rival. Eran incomparables en fuerza y belleza
física, en vigor mental y en saber. “En todo asunto de sabiduría e