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Biografías de grandes hombres
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habían doblado la rodilla ante Baal. En ese hogar se honraba a Dios,
y la fidelidad al deber era la norma de la vida diaria.
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Como hijo de un rico agricultor, Eliseo había echado mano del
trabajo que tenía más cerca. Aunque poseía aptitudes para dirigir
a los hombres, se lo instruyó en los deberes comunes de la vida.
A fin de dirigir sabiamente, debía aprender a obedecer. La fideli-
dad en las responsabilidades pequeñas lo preparó para llevar las
responsabilidades mayores.
Aunque era dócil y manso, Eliseo poseía también energía y
firmeza. Abrigaba el amor y el temor de Dios, y de la humilde rutina
del trabajo diario obtuvo fuerza de propósito y nobleza de carácter,
y creció en la gracia y el conocimiento divinos. Mientras cooperaba
con su padre en los trabajos del hogar, aprendía a cooperar con Dios.
Eliseo recibió el llamado profético mientras araba el campo, con
los criados de su padre. Cuando Elías, que había sido dirigido por
Dios para elegir a su sucesor, echó su manto sobre los hombros del
joven, Eliseo reconoció y obedeció la orden. “Y fue tras Elías, y le
servía
No fue grande el trabajo que al principio se exigió de Eli-
seo; las obligaciones comunes seguían constituyendo su disciplina.
Se dice que él vertía agua en las manos de Elías, su maestro. Como
ayudante personal del profeta, siguió siendo fiel en los deberes pe-
queños, al par que con un propósito que se fortalecía diariamente se
consagraba a la misión que le había sido asignada por Dios.
Cuando recibió el llamado, se puso a prueba su decisión. Al
volverse para seguir a Elías, el profeta le dijo que regresara a su casa.
Debía calcular el costo, decidir por sí mismo si había de aceptar
o rechazar el llamamiento. Pero Eliseo comprendió el valor de su
oportunidad. Por ninguna ventaja mundanal hubiera dejado pasar la
posibilidad de llegar a ser mensajero de Dios, o hubiese sacrificado
el privilegio de asociarse con su siervo.
Al transcurrir el tiempo y estar preparado Elías para la traslación,
también Eliseo estaba listo para ser su sucesor. Nuevamente fueron
probadas su fe y su resolución. Mientras acompañaba a Elías en
su gira de servicio, conociendo que la traslación del profeta estaba
próxima, Elías, en todos los lugares, lo invitaba a que se volviera.
“Quédate ahora aquí—decía Elías—porque Jehová me ha enviado a
Bet-el
Pero al manejar el arado, Eliseo había aprendido a no ceder
ni desanimarse, y entonces, al poner la mano en el arado en otro