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Una ilustración de los métodos de Cristo
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“Todo lo que tiene el Padre es mío”. “Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad [...] porque tomará
de lo mío, y os lo hará saber
Los discípulos habían visto ascender a Cristo cuando estaba
entre ellos en el Monte de los Olivos. Y mientras el cielo lo recibía,
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recordaron la promesa que les había hecho al partir: “Y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo
Sabían que su amor aún los acompañaba. Sabían que tenían
un Representante, un Abogado, ante el trono de Dios. Presentaban
sus peticiones en el nombre de Jesús, repitiendo la promesa: “Todo
cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará
Levantaban cada vez más en alto la mano de la fe, con este po-
deroso argumento: “Cristo es el que murió; más aún, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros
Fiel a su promesa, el Ser divino, exaltado en las cortes celestiales,
impartió algo de su plenitud a sus seguidores de la tierra. Su entro-
nización a la diestra de Dios fue manifestada por el derramamiento
del Espíritu sobre sus discípulos.
Gracias a la obra de Cristo, los discípulos sintieron su necesi-
dad del Espíritu; debido a la enseñanza del Espíritu, recibieron su
preparación final y salieron a completar la obra de sus vidas.
Dejaron de ser ignorantes e incultos. Dejaron de ser un conjunto
de unidades independientes o de elementos discordantes y antagóni-
cos. Dejaron de poner sus esperanzas en las grandezas mundanas.
Eran “unánimes”, “de un mismo corazón y una misma alma”. Cristo
ocupaba sus pensamientos. El progreso de su reino era la meta que
tenían. Tanto en mente como en carácter se habían asemejado a su
Maestro, y los hombres “reconocían que habían estado con Jesú
Hubo entonces una revelación de la gloria de Cristo tal como
nunca antes había sido vista por el hombre. Multitudes que habían
denigrado su nombre y despreciado su poder, confesaron entonces
que eran discípulos del Crucificado. Gracias a la cooperación del
Espíritu divino, las labores de los hombres humildes a quienes Cris-
to había escogido conmovieron al mundo. En una generación el
evangelio llegó a toda nación que existía bajo el cielo.
Cristo ha encargado al mismo Espíritu que envió en su lugar
como Instructor de sus colaboradores, para que sea el Instructor de