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Capítulo 11—Lecciones de la vida
“Habla a la tierra, y ella te enseñará”.
Job 12:8
.
El Gran Maestro puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza,
para que oyeran la voz que habla en todas las cosas creadas, y a
medida que sus corazones se hacían más sensibles y sus mentes más
receptivas, les ayudaba a interpretar la enseñanza espiritual de las
escenas que contemplaban sus ojos. Las parábolas, por medio de
las cuales le gustaba enseñar lecciones de verdad, muestran cuán
abierto estaba su espíritu a las influencias de la naturaleza y cómo
le agradaba extraer la enseñanza espiritual del ambiente en que
transcurría la vida diaria.
Cristo se valía de las aves del cielo, los lirios del campo, el
sembrador y la semilla, el pastor y las ovejas, para ilustrar verdades
inmortales. También obtenía ilustraciones de los acontecimientos de
la vida, de cosas familiares a sus oyentes, tales como la levadura, el
tesoro escondido, la perla, la red del pescador, la moneda perdida, el
hijo pródigo, las casas construidas en la arena y en la roca. En sus
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lecciones había algo para interesar a cada mente, e impresionar a
cada corazón. De ese modo la tarea diaria, en vez de ser una serie
repetida de trabajos, exenta de pensamientos elevados, resultaba
animada por recuerdos constantes de lo espiritual y lo invisible.
Del mismo modo debemos enseñar nosotros. Aprendan los niños
a ver en la naturaleza una expresión del amor y de la sabiduría de
Dios; vincúlese el concepto del Creador al ave, la flor y el árbol;
lleguen todas las cosas visibles a ser para ellos intérpretes de lo
invisible y todos los sucesos de la vida medios de enseñanza divina.
Al mismo tiempo que aprenden así a estudiar lecciones que
enseñan todas las cosas creadas y todas las circunstancias de la vida,
muéstrese que las mismas leyes que rigen las cosas de la naturaleza
y los sucesos de la vida, tienen que regirnos a nosotros; que son
promulgadas para nuestro bien; y que únicamente obedeciéndolas
podemos encontrar felicidad y éxito verdaderos.
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