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La Educación
La ley del servicio
Todo lo que existe tanto en el cielo como en la tierra declara
que la gran ley de la vida es una ley de servicio. El Padre infinito
cuida la vida de toda cosa animada. Cristo vino a la tierra “como
el que sirve
Los ángeles son “espíritus ministradores, enviados
para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación
La misma ley de servicio está impresa en todos los objetos de la
naturaleza. Las aves del cielo, las bestias del campo, los árboles
del bosque, las hojas, el pasto y las flores, el sol en los cielos y las
estrellas de luz, todos tienen su ministerio. El lago y el océano, el
río y el manantial, todos toman para dar.
Cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye
a la vida del mundo, asegura la suya. No menos está escrita en la
naturaleza que en las páginas de las Sagradas Escrituras, la lección:
“Dad, y se os dará
Al abrir los cerros y las llanuras un canal para que el torrente
de la montaña llegue por él hasta el mar, lo que dan les es devuelto
centuplicado. El arroyo que recorre su camino susurrando, deja tras
sí su don de belleza y fertilidad. A través de los campos, desnudos y
tostados bajo el calor del verano, una línea de verdor marca el curso
del río; cada árbol noble, cada brote, cada pimpollo, es un testigo
de la recompensa que la gracia de Dios decreta para todos los que
llegan a ser sus medios de comunicación con el mundo.
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La siembra hecha con fe
De las lecciones casi innumerables enseñadas por los diversos
procesos del crecimiento, algunas de las más preciosas son transmi-
tidas por medio de la parábola del crecimiento de la semilla, dada
por el Salvador. Sus lecciones son de beneficio para jóvenes y viejos.
“Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla
en la tierra. Duerma y vele, de noche y de día, la semilla brota y
crece sin que él sepa cómo, porque de por sí lleva fruto la tierra:
primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga
La semilla posee la capacidad de germinar implantada por Dios
mismo; sin embargo, abandonada a su suerte, no tendría poder pa-
ra brotar. El ser humano tiene que hacer su parte para estimular