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Lecciones de la vida
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el crecimiento del grano, pero fuera de eso, no puede hacer nada.
Necesita depender de Aquel que ha ligado la siembra y la siega con
los eslabones maravillosos de su poder omnipotente.
Hay vida en la semilla, hay poder en el suelo, pero a menos
que el poder infinito trabaje día y noche, la semilla no dará fruto.
Las lluvias deben refrescar los campos sedientos; el sol tiene que
impartir calor; la electricidad ha de llegar hasta la semilla sepultada.
Solamente el Creador puede llamar a existencia la vida que Él ha
implantado. Toda semilla crece y toda planta se desarrolla por el
poder de Dios.
“La semilla es la Palabra de Dios”. “Porque come la tierra produ-
ce su renuevo, y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová el
Señor hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones
En la siembra espiritual ocurre lo mismo que en la natural: El único
poder que puede producir vida procede de Dios.
El trabajo del sembrador es un trabajo de fe. No puede compren-
der el misterio de la germinación y del crecimiento de la semilla,
pero tiene confianza en los instrumentos por medio de los cuales
Dios produce la vegetación. Echa la semilla, con la esperanza de
recogerla multiplicada en una cosecha abundante. Del mismo modo
han de trabajar los padres y maestros, con la esperanza de recoger
una cosecha de la semilla que siembran.
Durante algún tiempo la buena semilla puede permanecer en el
corazón sin ser notada, y sin dar evidencia de haber echado raíces,
pero más tarde, al dar el Espíritu de Dios aliento al alma, la semilla
oculta brotará, y al fin dará fruto. En la obra de nuestra vida no
sabemos qué prosperará, si esto o aquello. No nos toca a nosotros
resolver este problema. “Por la mañana siembra tu semilla, y a la
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tarde no dejes reposar tu mano
El gran pacto de Dios declara que
“mientras la tierra permanezca, no cesarán la cementera y la siega
Puesto que confía en esta promesa, el agricultor ara y siembra. Al
trabajar en la siembra espiritual, no debemos tener menos confianza
en esta promesa: “Así será mi palabra que sale de mi boca; no
volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada
en aquellos para que la envié”. “Irá andando y llorando el que lleva
la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus
gavillas