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La Educación
da que crece la planta, se puede continuar la comparación entre la
siembra natural y la espiritual.
De modo semejante se debería enseñar a los jóvenes. Continua-
mente se pueden aprender lecciones del cultivo del suelo. Nadie se
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instala en un pedazo de tierra inculta con la esperanza de que dé
inmediatamente una cosecha. Se necesita hacer una labor diligente,
perseverante, en la preparación del suelo, la siembra de la semilla
y el cultivo de las mieses. Del mismo modo se ha de proceder en
la siembra espiritual. Debe cultivarse el jardín del corazón. La tie-
rra tiene que ser roturada por el arrepentimiento. Deben sacarse de
raíz las malas hierbas que ahogan el grano sembrado. Así como
se requiere un trabajo diligente para limpiar un campo que se ha
llenado de abrojos, nada más se pueden vencer las malas tendencias
del corazón por medio de esfuerzos fervientes hechos en el nombre
y el poder de Cristo.
Al cultivar la tierra, el agricultor reflexivo descubrirá que se
abren ante él tesoros jamás soñados. Nadie puede tener éxito en los
trabajos agrícolas o de la huerta sí no presta atención a las leyes
que entrañan. Es necesario estudiar las necesidades especiales de
cada variedad de plantas. Las diversas variedades requieren terreno y
cultivo diferentes, y la condición del éxito es la obediencia a las leyes
que rigen a cada una. La atención requerida al trasplantar, para que
no se cambien de lugar ni amontonen siquiera las raíces más finas, el
cuidado de las plantas tiernas, la poda y el riego; la protección contra
la helada de la noche y el sol durante el día, el cuidado que hay que
ejercer para mantener alejadas las malas hierbas, las enfermedades
y las plagas de insectos, el arreglo de las plantas, no solo enseñan
lecciones importantes en cuanto al desenvolvimiento del carácter,
sino que el trabajo mismo es un medio de desarrollo. Al cultivar
el cuidado, la paciencia, la atención a los detalles, la obediencia
a la ley, se obtiene una educación esencial. El contacto constante
con el misterio de la vida y el encanto de la naturaleza, así como la
ternura necesaria para cuidar esos hermosos objetos de la creación
de Dios, tienden a vivificar la mente y refinar y elevar el carácter, y
las lecciones aprendidas preparan al trabajador para tratar con más
éxito con otras mentes.
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