La dádiva del amor de Dios, 5 de enero
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna.
Juan 3:16
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¿Cómo podemos entender a Dios? ¿Cómo hemos de conocer a nues-
tro Padre? Hemos de llamarlo con el cariñoso nombre de Padre. ¿Y cómo
hemos de conocerle a él y al poder de su amor? Mediante el diligente
examen de las Escrituras. No podemos apreciar a Dios a menos que nos
compenetremos del gran plan de la redención. Necesitamos saber todo lo
que hay en cuanto a estos grandes problemas del alma, de la redención
de la raza caída. Es admirable que el hombre, después de que hubo
violado la ley de Dios y se hubo separado de Dios, estuvo divorciado,
por así decirlo de Dios—que después de todo esto hubiera un plan por
el cual el hombre no pereciera sino que tuviera vida eterna... Dios dio a
su Unigénito para que muriera por nosotros... Cuando nuestra mente se
ocupa constantemente del incomparable amor de Dios por la raza caída,
comenzamos a conocer a Dios...
Aquí mismo, en este diminuto átomo de un mundo, se realizaron las
mayores escenas jamás conocidas por la humanidad. Todo el universo
del cielo observaba con intenso interés. ¿Por qué? Había de reñirse la
gran batalla entre el poder de las tinieblas y el Príncipe de la luz. La
obra de Satanás era la de magnificar su poder constantemente... Siempre
colocaba a Dios en una perspectiva falsa. Lo presentaba como un Dios
de injusticia y no de misericordia...
¿Cómo había de ser presentado correctamente Dios ante el mundo?
¿Cómo iba a saberse que era un Dios de amor, lleno de misericordia,
bondad y compasión? ¿Cómo iba a saber esto el mundo? Dios envió a
su Hijo, y él había de representar ante el mundo el carácter de Dios...
Necesitamos mantener ese Modelo perfecto delante de nosotros.
Dios fue tan bueno que envió un representante de sí mismo en su Hijo
Jesucristo, y necesitamos que la mente y el corazón se desplieguen y
asciendan...—
Manuscrito 7, 1888
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