Página 129 - En los Lugares Celestiales (1968)

Basic HTML Version

El jardín de las promesas de Dios, 28 de abril
Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:36
.
Las promesas de Dios son como flores preciosas esparcidas en un
jardín. El Señor quisiera que nos detengamos en ellas mirándolas con
atención, apreciando su hermosura y el favor que Dios nos ha concedido
al hacer tan ricas provisiones para nuestras necesidades. Si no fuera
por la contemplación de las promesas de Dios, no comprenderíamos su
misericordioso amor y compasión hacia nosotros, ni nos daríamos cuenta
de la riqueza de los tesoros preparados para aquellos que lo aman. El
quisiera que el alma tomara ánimo para descansar con fe en él, la única
suficiencia del agente humano.
Debemos enviar nuestras peticiones a través de las nubes más oscuras
que Satanás pueda echar sobre nosotros, y debemos hacer que nuestra
fe suba hasta el trono de Dios rodeado del arco iris de la promesa, la
seguridad de que Dios es fiel, de que en él no hay mudanza ni sombra
de variación. Puede parecernos que la respuesta se tarda, pero no es así.
La petición es aceptada y la respuesta se otorga cuando es esencial para
el mayor bien de quien la elevó, y cuando su cumplimiento ha de obrar
al máximo para nuestro interés eterno. Dios esparce sus bendiciones a
lo largo de todo nuestro sendero para iluminar nuestro camino hacia el
cielo...
Debemos allegarnos al trono de la gracia con reverencia, recordando
las promesas que Dios ha dado, contemplando la bondad de Dios y
ofreciendo alabanzas de agradecimiento por su inmutable amor. No
debemos confiar en nuestras oraciones finitas, sino en la palabra de
nuestro Padre celestial, en la seguridad de su amor por nosotros. Nuestra
fe puede ser probada por la demora, pero el profeta nos ha instruido en
cuanto a lo que debemos hacer diciendo: “¿Quién hay entre vosotros
que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas
y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios”.
Isaías 50:10
.—
The Review and Herald, 19 de noviembre de 1895
.
[128]
125