Página 14 - En los Lugares Celestiales (1968)

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Sólo un redentor, 7 de enero
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros.
Romanos 5:8
.
Tan pronto como hubo pecado, hubo un Salvador. Cristo sabía lo que
tendría que sufrir, sin embargo se convirtió en el sustituto del hombre.
Tan pronto como pecó Adán, el Hijo de Dios se presentó como fiador
por la raza humana.—
The S.D.A. Bible Commentary 1:1084
.
Pensad cuánto le costó a Cristo dejar los atrios celestiales y ocupar
su puesto a la cabeza de la humanidad. ¿Por qué hizo eso? Porque era
el único que podía redimir la raza caída. No había un ser humano en el
mundo que estuviera sin pecado. El Hijo de Dios descendió de su trono
celestial, depuso su manto real y corona regia y revistió su divinidad con
humanidad. Vino a morir por nosotros, a yacer en la tumba como deben
hacerlo los seres humanos y a ser resucitado para nuestra justificación.
Vino a familiarizarse con todas las tentaciones con las que es acosado
el hombre. Se levantó de la tumba y proclamó sobre el rasgado sepulcro
de José: “Yo soy la resurrección y la vida”. Uno igual a Dios pasó por la
muerte en nuestro favor. Probó la muerte por cada hombre para que por
medio de él cada hombre pudiera ser participante de vida eterna.
Cristo ascendió al cielo con una humanidad santificada y santa. Llevó
esa humanidad consigo a los atrios celestiales y la tendrá a través de
los siglos eternos, como Aquel que ha redimido a cada ser humano
en la ciudad de Dios, Aquel que ha rogado ante el Padre: “Los tengo
esculpidos en las palmas de mis manos”. Las palmas de sus manos llevan
las marcas de las heridas que recibió. Si somos heridos y magullados, si
hacemos frente a dificultades difíciles de sobrellevar, recordemos cuánto
sufrió Cristo por nosotros...
Nuestro Salvador soportó todo lo que somos llamados a soportar,
de modo que ningún ser humano pudiera decir: “No conoce mis sufri-
mientos y mis pruebas”. En todas nuestras aflicciones fue afligido.—
The
Review and Herald, 9 de marzo de 1905
.
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