Construyendo con Dios, 1 de junio
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois
labranza de Dios, edificio de Dios.
1 Corintios 3:9
.
Esta figura representa el carácter humano que debe ser hecho parte
por parte. Cada día Dios trabaja en su edificio, golpe tras golpe, para
perfeccionar la estructura, para que llegue a ser un templo santo para él.
El hombre debe cooperar con Dios, luchando con todas sus fuerzas para
hacer de sí mismo lo que Dios quiere que sea, edificando su vida con
hechos puros y nobles.
El hombre obra y Dios obra. El hombre tiene la obligación de esforzar
cada músculo y de ejercitar toda facultad en la lucha por la inmortalidad;
pero es Dios quien da la eficiencia. Dios ha hecho sublimes sacrificios
por los seres humanos. Ha empleado poderosa energía para llamar al
hombre de la transgresión y el pecado a la lealtad y la obediencia; pero
él no hace nada sin la cooperación de la humanidad... Es mediante el
esfuerzo constante como logramos la victoria sobre las tentaciones de
Satanás...
Nadie puede ser levantado sin esfuerzo duro y perseverante. Todos
deben intervenir en la lucha para sí mismos. Individualmente somos
responsables del resultado de la lucha...
A menudo la instrucción y educación de toda una vida deben ser
rechazadas para que uno pueda llegar a ser un discípulo en la escuela de
Cristo. Nuestros corazones deben ser educados a estar firmes en Dios.
Debemos formar hábitos de pensamientos que nos capaciten a resistir la
tentación. Debemos aprender a mirar hacia arriba. Los principios de la
Palabra de Dios—principios que son tan altos como el cielo, que abarcan
la eternidad—debemos entenderlos en todos sus alcances en nuestra vida
diaria. Cada acto, cada palabra, cada pensamiento debe estar de acuerdo
con estos principios.
Las preciosas gracias del Espíritu Santo no se desarrollan en un
momento. Los hombres sellarán su destino mediante una vida de santo
esfuerzo y firme adhesión a lo recto.
The Review and Herald, 28 de abril
de 1910
[162]
—E. L. C.
162